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sábado, 5 de junio de 2021

DESPUÉS DE LA LLUVIA


Ayer llovió durante toda la mañana con insistencia oceánica. Aproveché para refugiarme en la lectura, que es el mejor paraguas que conozco. Por la tarde, cuando ya había escampado, me eché a la calle con la intención de airear extremidades, articulaciones y pensamientos. Cuando llevaba ya un buen rato de paseo, divisé a lo lejos una catalpa cubierta de flores. La catalpa es uno de esos árboles que se reconoce fácilmente porque tiene unas hojas muy grandes, pero a mí lo que me gusta especialmente de ella son sus flores y suelen durar muy poco tiempo, así que me fui hacia allí e hice algunas fotos. El viento y la lluvia de estos días han deteriorado un poco el aspecto, pero incluso así seguía luciendo de forma magnífica. Además, para cumplir con la tradición que afirma que la catalpa suele ser un buen refugio para los pájaros, se pusieron a piar unos cuantos mientras yo intentaba recoger la imagen de alguna flor que estuviera en buen estado y a la altura de mi brazo. 


El paseo ya tenía su regalo. Sin embargo, la naturaleza, siempre tan generosa, estaba dispuesta a serlo especialmente, que por algo estamos todavía en primavera. Así, un poco más adelante me salió al paso no sé si un árbol o un arbusto con unas llamativas flores.


Feliz y contento con semejante obsequio, cuando llegué a casa busqué de qué especie se trataba. La sorpresa fue grande. Se trata  de un acca sellowiana, o sea, de un guayabo del Brasil, que, por supuesto, en otoño ofrece sus guayabas y que, como fácilmente imaginaréis, no es de aquí. Ya, ya sé que hay muchas especies en todas partes que no son propias del lugar. Pero, generalmente, esos árboles suelen estar en parques y han sido traídos para ofrecer intencionadamente especies exóticas que puedan resultar curiosas y llamativas. Este guayabo no está en ningún parque, ni jardín botánico. Se encuentra entre una autopista y un aparcamiento a aire libre. Podéis verlo en la imagen de google maps aquí enlazada. Si no me equivoco, es el primero de la derecha (el más pequeño) de los árboles deshojados que se ven ahí.


Me parece todo un misterio su presencia en tan peculiar y poco agraciado sitio. Sea como fuere, y lo haya traído quien sea, no cabe ninguna duda de que se ha adaptado bien y de que las flores son una auténtica preciosidad.

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