LA PRIMAVERA
Homenaje a Franz Lehár
¿Quién no se ha puesto un día una guerrera
de húsares, azul, un quepis negro
con un aigrette flamante, y las espuelas
con que el caballo vals galopa firme
dentro de los espejos fugitivos
y cual viento de mayo se ha lanzado
a la ocasión que pasa, al dulce atisbo
de la aventura errante, para luego
llorar amargamente sobre el rastro
de una estrella fugaz?
Este es uno de los escasos diecinueve poemas —todos magníficos— recogidos en la antología de Poemas memorables. Antología consultada y comentada que publicó Castalia poco antes de finalizar el siglo pasado. Allí aparecía con la dedicatoria ligeramente cambiada, tal y como apareció en la primera recopilación de la Obra poética completa en el año 1981. Así:
Homenaje de Franz Lehár a Jaime Gil de BiedmaNo es gran cosa, pero eso explicaba la amistad entre los dos poetas, el gusto de ambos por la opereta (Gil de Biedma tuvo en mente alguna vez realizar una adaptación de La viuda alegre, la obra más exitosa de Lehár) y el agradecimiento por el epílogo que el catalán había escrito para Valentín (Homenaje a Shakespeare).
Pero vamos con el poema que es lo que importa y lo que luce con luz propia. La primavera es la estación que simboliza el renacimiento, el despertar de la vida, el triunfo cíclico sobre la muerte. Y ahí está el recuerdo nostálgico del poeta de esas ocasiones en que nos olvidamos de todo, rompemos nuestros miedos y vergüenzas y nos atrevemos con todo.
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