Una noche de las calurosas del verano, volvían de recrearse del río en Toledo un anciano hidalgo con su mujer, un niño pequeño, una hija de edad de diez y seis años y una criada. La noche era clara; la hora, las once; el camino, solo, y el paso, tardo, por no pagar con cansancio la pensión que traen consigo las holguras que en el río o en la vega se toman en Toledo.
Con la seguridad que promete la mucha justicia y bien inclinada gente de aquella ciudad, venía el buen hidalgo con su honrada familia, lejos de pensar en desastre que sucederles pudiese. Pero, como las más de las desdichas que vienen no se piensan, contra todo su pensamiento, les sucedió una que les turbó la holgura y les dio que llorar muchos años.
No puedo negarlo, me fascinan la limpieza de esta prosa, la nitidez con que aparecen colocadas palabras y frases, y el ritmo de la narración. Son dos párrafos aparentemente intrascendentes, pero es tal la precisión con que maneja Cervantes el lenguaje que ya estoy colgado de sus palabras.
Sin embargo —¿¡oh, no, por qué tiene que haber un pero!?—, estoy de acuerdo con Schevill y Bonilla cuando hace ya un siglo comentaban la inverosimilitud en que se perdía la segunda parte de la novela y, lo que es peor, el sometimiento de don Miguel en esta obra a las convenciones y costumbres de la época. Hoy, lo mismo que hace cien años, resulta difícil leer con simpatía el perdón y hasta el agradecimiento de Leocadia.
Veamos: Toledo. Leocadia es raptada y violada por un hidalgo de nombre Rodolfo. Poco después se va a Italia. Leocadia queda embarazada. El niño, cuando tiene siete años, es arrollado por un caballo. Un desconocido, que resultará ser su abuelo paterno, lo recoge y lo lleva a su casa para curarlo. Leocadia logra dar con el paradero de su hijo y... reconoce la habitación en la que fue violada. Cuenta a quienes cuidan del niño su historia. El padre de Rodolfo le escribe diciéndole que vuelva, porque ha encontrado una mujer perfecta para que se case con ella. Lo que sigue, podéis suponerlo. Muy siglo XVI con familias cristianas dispuestas a pasar por alto las faltas de los jóvenes de mayor rango social.
Eso sí, se puede leer como una novelita de entretenimiento, mucho mejor escrita que otras muchas que en la actualidad se venden a millares.
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