Quiero citar algunas frases de este libro que escribió antes de que naciéramos ninguna de las personas que hoy podemos leerlo, porque es en la calidad de su escritura y lo que la anima donde se nota la calidad humana de esta persona excepcional que llegó a invitar a quienes tuvieran interés a su propia casa para animarlas a conocer los misterios del universo.
(Este párrafo cierra el capítulo sobre el origen y fin del universo, p 751): En atención a la dilatada edad pretérita de la Tierra y a los pocos miles de centenares de años que el hombre existe sobre la misma, cabe afirmar que la humanidad está en su infancia y que, por lo tanto, no deben extrañarnos sus puerilidades y la inconsciencia que domina todavía en nuestro planeta. Y debe extrañarnos tanto menos por cuanto nuestro Globo, o mejor dicho, nuestro Sol, tiene ante si millones de siglos de vida futura. De ello resulta que si, por una parte, es para nosotros un motivo de decepción la falta de espiritualidad que todavía reina en el mundo, por otra, debemos sentir optimismo para el futuro. Si las civilizaciones datan nada más que de unos pocos millones de años, nos es imposible concebir el grado de superioridad espiritual que alcanzará el hombre en el transcurso de los inmensos períodos de tiempo venideros.
¿No os resulta encantadora esa fe inquebrantable en la capacidad humana para progresar hacia el bien?
No os estoy animando a que os compréis el libro, absolutamente obsoleto en cuanto a los datos que podemos encontrar —recordad que está escrito hace casi un siglo y entonces no se sabía nada de cuásares, ni de estrellas de neutrones, ni de enanas marrones, ni de agujeros negros, ni de exoplanetas, ni se sabía de la existencia de los 79 satélites que hoy tenemos censados en torno a Júpiter—, aunque datos actualizados aparte, todavía hoy podemos aprender mucho leyéndolo. Y si tampoco queréis leerlo recurriendo a una biblioteca, sí os animo a que escuchéis este programa para no perder la memoria de alguien que ayudó a poner las bases de la astronomía en España:
Muchas gracias, Irene. ¡Vaya hallazgo!
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