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martes, 8 de septiembre de 2020

CASA DEL LIBRO RECOMIENDA

Editorial

 
Los fenómenos de la familia son un tema recurrente, por fundamental, en la literatura: en ocasiones de manera indirecta, con sus relaciones en el mismo foco del relato, y en otras, indirectamente, a través de los rasgos de sus protagonistas, cuya personalidad ha sido moldeada en su crianza, una influencia que consolida dificultades que dejan huella en su experiencia vital y los conduce a conflictos de difícil resolución. El año que termina nos dejó algunas historias en que el pasado permanece y nunca se termina de evaporar, y sus protagonistas –ya adultos− vuelven a ser niños o nunca habían dejado de serlo. Si en la celebrada Lluvia fina, de Luis Landero, el punto de partida era la próxima celebración del ochenta aniversario de la madre, en La herencia, de Vigdis Hjorth, lo será el fallecimiento del padre, con las consecuencias que el nuevo contexto, especialmente el testamento y el reparto de bienes, provocará en nietos, hijos y viuda.

Pero La herencia no trata sobre una herencia, sino que esta se convierte en el mero catalizador que detona una serie de procesos que parecían determinados a saltar en pedazos. El lector que se atreva a bucear en los entresijos del vínculo entre comunicación y relación, se verá arrastrado por las aguas bravas del abismo entre personas que al parecer se quieren, donde cada acción no solo tendrá un sentido directo, proximal, sino también un significado distal, irremediablemente subjetivo, en términos de la relación. Las interpretaciones individuales serán siempre imprecisas, puesto que cada personaje habrá ido deformando con sus propias manos, a su manera, tal vez sin darse cuenta, los relatos de su memoria, aquellos que afectan a sus relaciones más significativas, sin que los recuerdos hayan sido despojados del todo de su grave autenticidad.

La herencia, con evidentes ecos de La celebración –película de Thomas Vinterberg, a la que incluso la protagonista hace referencia−, comparte con ella la incomodidad de su tema central, y se desarrolla en lenguaje directo y sencillo, un flujo de pensamiento con oraciones que se van prolongando hasta hacer perder el aliento, de tal forma que el lector, por momentos, puede acompañar a la protagonista en su creciente angustia. Quien haya padecido o presenciado experiencias de incomprensión no tarda en identificarse con ella, que a su vez se debate, bascula, a lo largo de la trama, entre la comprensión hacia sus allegados y su definitiva condena.

Desde Casa del Libro, por tanto, recomendamos una de las mejores novelas del panorama, una historia sólida e intensa, que eleva a su autora al nivel de su consolidado compatriota noruego Karl Ove Knausgård.


Sandra R.

CDL



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