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viernes, 21 de agosto de 2020

ROSA LENTINI

   

 La primera vez que tuve noticia de Rosa Lentini fue a través de la famosa antología Mil años de poesía europea. En ella aparece como colaboradora de Francisco Rico. Poco después me encontré con la Poesía reunida (2014-1994). Desde entonces es una de las poetas vivas en lengua castellana que más me atraen. El año pasado publicó Hermosa nada, que acabo de leer.

La poesía de Lentini es una poesía meditativa, a veces melancólica, recogida, íntima, existencialista, densa, elegíaca, esencial, memorialista, y siempre bien escrita y profundamente atractiva. Incluso me atrevería a decir que se inscribe en la gran tradición de la poesía escrita por mujeres de EEUU. No en vano es traductora —Siete poetas norteamericanas actuales— y excelente lectora de esa tradición.


EL LICENCIADO VIDRIERA

Si me acercara al sofá olería la grasa rancia
en el respaldo dejada por su pelo engominado.
Un cabello que había sido negro,
         luego pardo, luego muy blanco
                       y después nada,
solo una cicatriz enorme que hunde
su sien y baja por detrás de su oreja,
la mitad izquierda de la cabeza rapada,
y en la derecha cuatro pelos escasos
         apuntando en direcciones opuestas.

Unos ojos en su propia letanía, desgajados
de la mirada dicen sí, sí, a la firma
                       de un poder o un testamento,
mientras sus pupilas apuntan al techo
y tratan de enfocarme sin éxito, en línea
con un cerebro opacado por la bruma del tumor
         que lo divide en dos para siempre:
Los puntos de sutura como las amantes y esposas codiciosas
que pasaron por su vida y dejaron el cuenco vacío,
la mala sangre de su pensamiento anestesiado
         alcanzando a sus hijos.

Mis lágrimas irreparables componen
pequeños cuervos para nada.
         Corazón, concédeme una gracia
para ese amago de superioridad que le devuelve
apenas por un instante la firmeza, concédeme
         la levedad de una pluma para su trance.

Despierta, defiéndete, le susurro,
pero él ya me está olvidando
mientras ovillado en mi caricia se rinde.
Sí, sí, una ventana abierta
la herida, por la que su memoria se deshace
         membrana tras membrana.

Con la sonrisa rota, el espejo no lo reconoce,
a él que se ha transformado,
         a él que ha vertido su alma
                      en el cristal que nadie ha de tocar.

Solo un último blanquísimo mechón del pétalo
de su pelo en mi mano
         parece quejarse de tanta cautela.

                                De Tuvimos (en Poesía reunida).

LIRIOS

A los dos años le llevo flores
           como si meciera a un niño enfermo
las alzo para colocarlas con cuidado
en el centro exacto de su tumba
           los frágiles cuellos de los lirios
           se ladean como los de los recién nacidos
           sobre la fría piedra

Por tener más cosas en común
           con los ausentes que con los vivos
creamos el alma
           ideando la sombra de un diálogo

La luz cenital de la luna en un cielo
cada vez más claro nos desnuda
           como cada madrugada
pero hoy parece enarbolar una nueva plenitud
y brilla hasta que los pensamientos
se vuelven transparentes

Los veo deslizarse por mis hombros
                                                    y caer a tierra
Me agacho, recojo los restos
           vulnerables como la seda antigua

y un viento ritual enseguida los esparce
por algún extinto lugar
           como equivocados deseos

                            De Hermosa nada.

Este programa de la UNED en el que las profesoras Ana Isabel Zamorano Rueda
Rosa María García Rayego charlan con ella y comentan su obra 
os ofrecerá una aproximación más jugosa y ajustada que mis escuetas palabras.

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