Las listas son infinitas como el universo imaginario de Borges, y tienen el atractivo irracional de lo inagotable, aunque las hagamos para acotar y poner orden, o para acercarnos a la comprensión de lo inabarcable. A veces recurrimos a todo tipo de catálogos, nóminas, relaciones, índices, inventarios, repertorios, letanías, series, registros, padrones, directorios..., con la secreta intención de abarcar el mundo, pero siempre se nos escapa.
Existen, sin embargo, listados sencillos que no tienen mayor pretensión que agradar al oído y prolongar el recuerdo. Son de una belleza fugaz y cantarina, humildes en su pretensión y materialmente ricas en sonoridad, como las enumeraciones de lugares en los cantos infantiles para saltar la comba —Ávila, Segovia, Soria...—, o las que introduce Sabina en sus canciones; por ejemplo, la de las estaciones de metro de Madrid —Tirso de Molina, Sol, Gran Vía, Tribunal—. Los ejemplos son innumerables.
De entre estos últimos, hay un listado que se me hace especialmente sonoro y hermoso. Son nombres de reyes hititas. Resulta exótico y extraño para nuestros oídos, pero en cuanto lo hemos repetido en voz alta cuatro o cinco veces, empezamos a disfrutar la carnoa sonoridad de este surrealista catálogo de nombres lejanos y su hermosísimo nombre final: Muwatalli, Tudhaliya, Arnuwanda, Hattusili, Suppiluliuma.
Dicen algunos psicólogos que hacer listas ayuda a calmar los trastornos de ansiedad, estimula la creatividad y canaliza de manera adecuada y productiva los impulsos obsesivos. Puedes comenzar el día regalándote tu propia lista de intenciones, colores, paisajes, libros, sonidos, estados de ánimo, poemas, lugares o lo que más te apetezca. Sea lo que sea, que sea de tu gusto. Por mi parte, te dejo la más sublime enumeración de la poesía escrita en castellano:
Mientras por competir con tu cabello
oro bruñido al sol relumbra en vano,
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente al lilio bello;
mientras a cada labio, por cogello,
siguen más ojos que al clavel temprano,
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello,
goza cuello, cabello, labio y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lilio, clavel, cristal luciente,
no sólo en plata o vïola troncada
se vuelva, más tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.
Luis de Góngora.
Cuando he visto de que iba , lo primero que he pensado es que yo no hacía listas , pero luego he visto una entrevista de Unberto Eco y me ha demostrado que hago listas para todo sin darme cuenta. Un abrazo .
ResponderEliminar¡Hola, Manoli!
EliminarTe mando, con mis mejores deseos, otra magnífica lista... de Lope:
Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;
no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;
huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor süave,
olvidar el provecho, amar el daño;
creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor, quien lo probó lo sabe.
Otro abrazo.