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martes, 7 de julio de 2020

EL PUENTE MARÍA CRISTINA y los dragones de Benlliure

Puente María Cristina (20 de enero1905). 
El Puente María Cristina, conocido popularmente como puente de la estación o puente de la RENFE, es el tercero de los puentes donostiarras y el más monumental de todos ellos gracias a los imponentes obeliscos que lo delimitan, coronados por alegorías de la Paz y el Progreso, todo ello muy del gusto de la época romántico-ecléctica en que se construyó.

El puente tiene una longitud de 88 metros y los obeliscos una altura de 18. Medidas generosas que le dotan de monumentalidad. Se le dió el nombre de María Cristina, que en aquel momento (1905) era la reina madre, como muestra de cariño de la ciudad hacia la persona de la monarquía que mayor afecto había mostrado por la misma.

La obra de ingeniería es obra de José Eugenio de Ribera; el diseño artístico, de Julio Zapata. Pero hubo más colaboradores en la obra. Así, de los frentes y tímpanos se encargó Daniel Zuloaga. Francisco Iglesias —a quien retiraron el nombre de una calle en Madrid por confundirlo con un piloto franquista— lo hizo de farolas y cerámicas; el diseño escultórico correspondió a Mariano Benlliure. Y ahí es donde entra la Luna.

Cuando hace unos días volvía para casa, me di cuenta de que los dragoncillos orientales, esos tan del gusto romántico que modeló Benlliure, bien podían componer una hermosa imagen con la Luna llena de fondo, aunque para eso hacía falta un potente teleobjetivo. Lo pedí prestado y el sábado me fui al puente a esperar que la Luna se colocara en su sitio. Camino del lugar, el cielo comenzó a teñirse de rojo, y antes de que apareciera nuestro hermoso satélite por el oeste, disparé unas cuantas veces:





Luego llegó la noche y los dragones se fueron adueñando de ella y del río. Yo volví a casa y me refugié en mis libros.



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