No alcanzo a comprender buena parte de lo que la crítica especializada dice sobre esta obra. Que Antonio tiene un actitud antisemita es algo evidente para cualquier persona nacida después del holacausto nazi; que Graciano a su antisemitismo suma una profunda estupidez, también. Pero nuestra percepción del problema judío no tiene nada que ver con la que tenía la sociedad europea de la época de Shakespeare.
Fuente: Wikipedia. |
Leamos como leamos esta obra, tendremos que reconocer que el parlamento Shylock en el acto III es y seguirá siendo una puesta en escena espléndida del reconocimiento de la igualdad de todos los seres humanos casi cuatro siglos antes de la aparición de la Carta de DDHH.
Leamos como leamos la obra, tendremos que reconocer, como ocurre con Julio César, que el personaje más interesante, el que tiene una consistencia verdaderamente humana y el que proporciona todos los matices necesarios para desencadenar la acción, es Shylock, el usurero personaje que cegado por el deseo de venganza va a tener que aguantar todas las consecuencias negativas de una sociedad que marginaba a los judíos.
La grandeza de este personaje, permanentemente equívoco, reside en que es él quien centra la atención y del que nos seguimos acordando después de haber visto o leído la obra. Tal vez no tenga ni la originalidad ni la arrolladora personalidad de Falstaff, pero no podemos imaginar un Mercader sin la apasionada y contradictoria presencia de Shylock. Ni tampoco una denuncia mejor de la hipócrita sociedad veneciana/inglesa de la época.
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Y no te olvides de mandar mensajes de ánimo a los enfermos que se mantienen aislados en los hospitales.
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