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miércoles, 11 de diciembre de 2019

LA VIDA, LA EXTRAORDINARIA VIDA

Convento de San Marcos, León, hoy parador nacional.
Creo que una hoja de hierba no es menos
que el día de trabajo de las estrellas,
y que una hormiga es perfecta,
y un grano de arena,
y el huevo del régulo,
son igualmente perfectos,
y que la rana es una obra maestra,
digna de los señalados,
y que la zarzamora podría adornar,
los salones del paraíso,
y que la articulación más pequeña de mi mano,
avergüenza a las máquinas,
y que la vaca que pasta, con su cabeza gacha,
supera todas las estatuas,
y que un ratón es milagro suficiente,
como para hacer dudar,
a seis trillones de infieles.


Esta es la primera estrofa del conocido poema de Walt Whitman, "Una hoja de hierba", en la traducción de León Felipe. Y sí, yo también creo que un grano de arena puede ser tan deslumbrante como la magnífica fachada renacentista del antiguo convento de San Marcos de León. De hecho, hay muchos granos de arena en la misma facha y sus alrededores; granos de arena que en otro tiempo fueron vida.

Estamos acostumbrados a pensar en los fósiles como objetos independientes, más o menos raros, más o menos bonitos, que, si tenemos suerte, podemos encontrar en una excursión por el campo. Sin embargo, las ciudades están llenas de ellos, aunque no les prestemos atención y los percibamos como simples manchas de los suelos que pisamos y de las paredes por las que pasamos en nuestro trayecto habitual.

Goniatites en el petril del puente de San Marcos.

A pocos metros de esa espléndida fachada, obra de los seres humanos del siglo XVI, se encuentran estos restos fosilizados de cefalópodos ya desaparecidos, obra de la vida en su fantástica creación de formas complejas y diversas. Todavía hoy, después de millones de años desaparecidos y de varios siglos de encontrarse formando parte del puente que cruza el río Bernesga, podemos apreciar las distintas cámaras en que se dividía la concha. El grande tiene unos diez centímetros por el diámetro largo.

Orthoceras en el peldaño de acceso al portal del nº 10 C/Ancha.

Este otro fósil de un ser vivo desaparecido hace, por lo menos, 250 millones de años, tiene poco más de tres centímetros. Como era de noche, tuvimos que encender la linterna de otro teléfono móvil, de ahí el reflejo. De las ocho cámaras, seis están rellenas de calcita blanca; las otras dos, de sedimentos calcáreos rojizos.

Braquiópodos en la fachada del Torreón.

Estos pequeños bivalvos (unos tres centímetros todo el conjunto) son, tal vez, los fósiles de seres vivos más antiguos que podemos encontrar entre las piedras de la ciudad de León. Unos 400 millones de años nos separan de ellos. Pero ahí están, recordándonos que la vida en este planeta ha tenido numerosísimas transformaciones, todas ellas importantes, todas ellas necesarias para llegar hasta donde hemos llegado. ¿Seremos capaces de conservarla?

***

Esta breve nota, junto con el placer de ver y tocar los vestigios de otros seres que me precedieron en este continuo que es la vida sobre el planeta, ha sido posible gracias a Rodrigo Castaño de Luis, Esperanza García Ortiz de Landaluce, Laura García Parada, Judit Molero Guerra, Esperanza Fernández Martínez y Antonio López Alcántara que en 2011 elaboraron una estupenda guía de los fósiles urbanos de León.

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