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miércoles, 25 de diciembre de 2019

ADENTRO TAMPOCO HAY LUZ, Leila Sucari

Editorial
Normalmente, cada vez que paso por una biblioteca echo un vistazo a la estantería de adquisiciones recientes. Siempre hay algún título que me llama la atención, como ocurrió con este de la escritora argentina Leila Sucari.

Desde luego, dentro de la historia no hay mucha luz, no. Más bien hay bastante miseria, desconcierto, desorientación y cuatro vidas que navegan como pueden sin ningún tipo de amparo. Cuatro mujeres de cuatro generaciones diferentes intentan construir su vida, cada una desde presupuestos diferentes.

La protagonista absoluta de la historia es una niña que entra en la pubertad durante el relato. Está acompañada en el relato por su madre, una persona totalmente desnortada; su abuela, muy tradicional, autoritaria y prejuiciosa; y su prima, una joven dominada por la sensualidad y sin otro quehacer en su vida que darse placer. 

Los personajes del coro femenino que la acompañan no servirán de mucha ayuda para que la chavala encuentre su posición en el mundo. El poema de P. Handke que sirve de epígrafe ya nos avisa de lo que podemos esperar. De él se citan estos versos: Cuando el niño era niño / despertó una vez en una cama extraña, / y ahora lo hace una y otra vez. / Muchas personas le parecían bellas, / y ahora, con suerte, solo en ocasiones. / Imaginaba claramente un paraíso / y ahora apenas puede intuirlo. / Nada podía pensar de la nada, / y ahora se estremece ante a ella.

Podríamos decir que el tema de la novela es la pérdida de la inocencia, o las incoherencias de la vida, o el descubrimiento de las primeras punzadas del amor y del duelo, o todo eso al mismo tiempo; pero tal vez la expresión que mejor abarque el sentido de la historia sea el descubrimiento de las miserias de la condición humana.

Escrita en primera persona —es la niña quien nos habla—, resulta fascinante ir viendo cuanto acontece desde unos ojos que quieren comprender, pero que están, de momento, absolutamente perdidos. Frases cortas, expresiones coloquiales argentinas, prosa vibrante, directa y sin anestesia hacen de Adentro tampoco hay luz un relato atractivo y original.

Yo no pude haber vivido dentro de mamá, habré salido de otra parte. Miro la oscuridad por la ventana. Todavía me asusta el campo cuando es de noche. Vuelvo a su estómago. Imagino al bebé flotando como un astronauta. Debe de sentirse solo. Adentro tampoco hay luz (p 145).

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