Editorial |
Malcolm Lowry, ya lo sabréis, era un alcohólico pertinaz. Lo que tal vez no sepáis es que padecía un trastorno psicológico llamado puer aeternus que, de alguna manera, le impedía enfrentarse con la realidad. Acaso tampoco sepáis que escribió un buen puñado de poemas, que no es que estén en todas las librerías, pero que no son excesivamente difíciles de localizar.
De mi viejo ejemplar Poemas extraigo dos de ellos. La traducción es de M. Antolín Rato.
LOS BORRACHOS
El ruido de la muerte aquí en este bar desolado,
Donde la tranquilidad se sienta encorvada sobre su oración
Y la música sirve de concha al sueño del amante,
Pero cuando ninguna moneda introduce esta dura desesperación
Hasta aquí, el más solitario de los hogares
Y de todos los destinos el más solitario además,
Cuando ninguna música eléctrica rompe el batir
De corazones doblemente rotos pero ahora reunidos
Por el cirujano de paz en la astilla del desastre,
Penetra más profundamente que lo hicieran las trompetas
El movimiento de la mente dentro de ese entramado
Donde el desórdenes son simples como la tumba
Y la araña de la vida se asienta, duerme.
POEMA RARO
POEMA RARO
Conocí a un hombre sin corazón:
Los niños se lo habían arrancado, decían,
Y dado a un lobo hambriento
Que lo cogió y huyó.
Y huyeron los niños, su amo también,
Muy lejos huyó la bestia,
Y tras ella, original persecución,
El hombre sin corazón seguía titubeando.
Conocí a este hombre el otro día
Paseando un orgullo grotesco.
Su corazón restaurado, su semblante alegre,
El dócil lobo a su lado.
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