Editorial |
Tuve la suerte de escuchar al poeta leer sus versos hace algo así como año y medio, durante el festival Poesialdia. También tuve la insolencia de llamarle la atención sobre un poema que no me gustó. Tenía que ver con tender puentes entre conocimientos científicos y humanísticos, pero poco importa eso. Espero que me haya perdonado o que, por lo menos, haya olvidado la anécdota.
A manera de disculpa quiero hoy recomendar su obra poética y recoger aquí un poema que me ha gustado mucho de su Manzanas robadas por tres razones:
- Lo he leído ahora, es decir, en agosto, mes del que habla, como podréis comprobar enseguida;
- funde en él algunas de las actividades que más me gustan: contemplar el cielo nocturno, leer poesía y disfrutar con la filosofía;
- y, por último, hay un homenaje a Kant, o mejor, una puesta en lenguaje poético de aquello que el filósofo escribió en el epílogo de su célebre Crítica de la razón práctica —podéis leer el texto en el enlace—.
Este es el poema:
NOCTURNO DE LA CAEIRA
Noche pura de agosto, fervorosa de estrellas
que rutila remotas con temblor casi humano,
tú enciendes en mi alma un mundo aún más arcano,
con otras multitudes aún más hondas que aquellas.
Y así a tu inmensidad, como un juego de espejos,
responde desde lo profundo de mí mismo
la misteriosa oscuridad de este otro abismo
que está dentro de mí pero a la vez muy lejos.
Dos infinitos: uno el cielo y otro lo
que llevo en mi interior. Y las mismas preguntas,
impaciencias, angustias y esperanzas que juntas,
forman esto que nombro con la palabra yo.
Y así a tu inmensidad, como un juego de espejos,
responde desde lo profundo de mí mismo
la misteriosa oscuridad de este otro abismo
que está dentro de mí pero a la vez muy lejos.
Dos infinitos: uno el cielo y otro lo
que llevo en mi interior. Y las mismas preguntas,
impaciencias, angustias y esperanzas que juntas,
forman esto que nombro con la palabra yo.
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