J. K. Igerabide, C. Janés y J. Otxoa ayer en Chillida Leku. |
Al fútbol se acude para ver ganar al equipo propio, salvo raras y extraordinarias excepciones. A una exposición sobre la poética de Chillida, sobre las relaciones entre el escultor donostiarra y la poesía, podemos suponer que se acude para buscar claridad sobre el tema, para saber algo más, para saciar la curiosidad de conocimiento. Después, quizá, para escuchar los versos de Igerabide y de Otxoa, que habían sido invitados por la organización del evento para acompañar a Clara Janés. O quizá, motivados por la música, para disfrutar con las interpretaciones musicales de M. Moix y J. Makuso.
Es difícil saber cuál era la motivación de cada una de las cien personas que ayer acudieron a la segunda jornada de Poesia eta pentsamendua 2019. Además, cada cual puede ir por lo que le dé la gana. Lo que no parece que se explique muy bien es qué hacía un elevado número de personas aburriéndose soberanamente ante una exposición impecable, perfectamente documentada y construida, esclarecedora en todas y cada una de sus citas, con un desarrollo prístino de los pormenores de la relación entre Chillida y la poesía.
Porque se puede ser partícipe o no de esa manera de entenderla. Tendencias, gustos y maneras hay muchas, y aunque unas puedan ser más ramplonas que otras, más brillantes, elaboradas con más tiento o más sugestivas desde el punto de vista del pensamiento, todas son igualmente válidas si quien se expresa asume la coherencia de hacerlo desde ella. En eso ni entro ni salgo. El tema de ayer no era debatir sobre la poética del escultor.
Lo que me dejó perplejo fueron los bostezos, los cambios de postura, el ir y venir a los papeles, el removerse en la silla y los aplausos por cortesía. ¿Qué esperaba oír la gente: un canto acerca de la belleza adolescente, unas palabras más o menos cursis sin trascendencia ninguna, unas referencias vacías de sentido al paisaje, al trabajo de forja y a la literatura, algún poema que cantase tierna y bobamente el vacío?
Insisto, se pueden compartir o no, el informalismo, la poética del silencio, algunos aspectos del pensamiento de Heidegger, la construcción minuciosa y reflexiva del discurso de Chillida a lo largo de su vida. En cualquier caso, todas ellas son elaboraciones intelectuales meticulosas que requieren atención y lecturas. Necesitan de nuestro esfuerzo para ser comprendidas y luego, si se tercia, discutidas y rebatidas. No son la imagen repetida de un gol en algún programa deportivo. Afortunadamente, no. Tiene mayor enjundia.
O buena parte del público que acudió ayer a Chillida Leku no sabía nada del fundamento intelectual de la obra de Eduardo Chillida o es que acudió a dejarse ver. Eso que se practicaba antes en los palcos de los teatros y que ahora se llama postureo.
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