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viernes, 31 de mayo de 2019

GERARDO DIEGO EN LA CASA DEL LIBRO

Editorial
Editorial
Acaso ya nadie se acuerde del creacionismo ni del ultraísmo; tal vez nos hayamos olvidado de la cálebre antología (en la actualidad la tiene Cátedra en su catálogo) que dio a conocer a la generación poética a la que él mismo perteneció; es posible que no recordemos los poemas políticos en defensa del bando sublevado; pero no es necesario ser un estudioso de la poesía ni un admirador entregado de la obra de Gerardo Diego para que, sin ayuda de ningún tipo, recordemos los primeros cuatro versos del "Romance del Duero", aunque no sepamos decir quién lo escribió.


Río Duero, río Duero,
nadie a acompañarte baja,
nadie se detiene a oír
tu eterna estrofa de agua.

Indiferente o cobarde
la ciudad vuelve la espalda.
No quiere ver en tu espejo
su muralla desdentada.

Tú, viejo Duero, sonríes
entre tus barbas de plata,
moliendo con tus romances
las cosechas mal logradas.

Y entre los santos de piedra
y los álamos de magia
pasas llevando en tus ondas
palabras de amor, palabras.

Quién pudiera como tú,
a la vez quieto y en marcha
cantar siempre el mismo verso
pero con distinta agua.

Río Duero, río Duero,
nadie a estar contigo baja,
ya nadie quiere atender
tu eterna estrofa olvidada

sino los enamorados
que preguntan por sus almas
y siembran en tus espumas
palabras de amor, palabras.



En la tertulia del próximo viernes, día 7 de junio, a las 19:00 de la tarde, en la Casa del Libro, intentaremos abordar la obra poética de Gerardo Diego y señalar qué es lo que queda de imperedecera en ella.



Enhiesto surtidor de sombra y sueño

que acongojas el cielo con tu lanza.

Chorro que a las estrellas casi alcanza

devanado a sí mismo en loco empeño.


Mástil de soledad, prodigio isleño,

flecha de fe, saeta de esperanza.

Hoy llegó a ti, riberas del Arlanza,

peregrina al azar, mi alma sin dueño.


Cuando te vi señero, dulce, firme,

qué ansiedades sentí de diluirme

y ascender como tú, vuelto en cristales,


como tú, negra torre de arduos filos,

ejemplo de delirios verticales,

mudo ciprés en el fervor de Silos.

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