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miércoles, 27 de febrero de 2019

ACERCA DE EMOCIONES Y REFERÉNDUMS

Copio un párrafo completo del capítulo dedicado a la libertad (la negrita es mía):

El lector podría objetar que a la gente se le tenía que haber preguntado: "¿Qué piensa?" en lugar de: "¿Qué opina?", pero este es un error común. Los referéndums y las elecciones tienen siempre que ver con los sentimientos humanos, no con la racionalidad humana. Si la democracia fuera un asunto de toma de decisiones racionales, no habría ninguna razón para conceder a todas las personas los mismos derechos de voto o quizá ningún derecho de voto. Existe evidencia sobrada de que algunas personas están más informadas y son más racionales que otras, y en especial cuando se trata de cuestiones económicas y políticas específicas. Después de la votación sobre el Brexit, el eminente biólogo Richard Dawkins protestó diciendo que nunca se le hubiera debido pedir a la mayoría de la población británica (él incluido) que votara en referéndum, porque carecían de los conocimientos suficientes de economía y ciencia política. "Por la misma razón podría convocarse un plebiscito nacional para decidir si Einstein hizo correctamente sus cálculos algebraicos, o dejar que los pasajeros de un avión votaran en qué pista debería aterrizar el piloto". 

El artículo que Dawkins escribió el 29 de marzo de 2017 en el que expresó esa idea lo tenéis aquí. Quien no sepa inglés, que dé al botoncito de la traducción. Merece la pena leerlo completo.

Del párrafo y de la protesta de Dawkins no me interesa la conclusión que alguna mente calenturienta y mal intencionada pudiera sacar —ni a Dawkins ni a Harari se les ha pasado nunca por la cabeza la posibilidad de restringir los derechos democráticos de la población—, sino la afirmación, aparentemente trivial, de que elecciones y referéndums son un asunto mucho más próximo a los sentimientos, y por ende a las emociones, que a la racionalidad. Cualquier persona en un estado normal de sus facultades racionales y sin una implicación afectiva en el proceso electoral o plebiscitario de que se trate puede comprobarlo. 

Eso tampoco impide —nos lo recordaba el bueno de Descartes—, que esa misma persona —es decir, todos y cada uno de nosotros— piense que con respecto al sentido común posee —poseemos— tan buena provisión de él, que aun los más descontentadizos respecto a cualquier otra cosa, no suelen apetecer más del que ya tienen (inicio del Discurso del método).

Y no, no me parece en absoluto una cuestión banal o puramente académica. Pensad en ello aunque solamente sean unos minutos. Y en el manejo interesado que la clase dirigente realiza de nuestras emociones y de nuestros miedos. Incluso ese político que soléis tomar como referente en quien confiar.

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