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sábado, 2 de febrero de 2019

A HOMBROS DE GIGANTES

Orión llevando a Cedalión. Fuente: Wikipedia.

Si yo he sido capaz de ver más allá, es porque me encontraba sentado sobre los hombros de unos Gigantes. Esta es la famosa cita de la carta que Newton dirige a Hooke en 1676. Todos reconocemos la expresión y su significado. Es más, se ha utilizado como título de programas y colecciones de divulgación científica, y en las clases de ciencias se recuerda la expresión del científico inglés para hacer ver que el conocimiento avanza gracias a los pasos previos, a las investigaciones realizadas por quienes nos han precedido. Oímos la expresión e inmediatamente pensamos en el gran Newton.


Sí, Newton fue grande, muy grande, pero en este caso no hizo nada más que recoger lo que era una expresión muy popular, que ni tan siquiera procedía del ámbito científico. Reconozco que yo también ignoraba su procedencia. O, al menos, la había olvidado totalmente.

Hace un par de semanas, releyendo el estudio introductorio que Nicholas Mann realizó para la edición del Cancionero, tropecé con estas frases: El dilema subyacente es consustancial a la tradición clásica, y fue resumido gráficamente por un erudito del siglo XII, Bernard de Chartres, que describió a sus contemporáneos como enanos subidos a los hombros de gigantes, capaces de ver más allá que sus antecesores, pero solo porque estaban alzados sobre sus hombros colosales.

Inmediatamente anoté el pasaje para realizar la comprobación. Y, así es, parece ser que fue el filósofo neoplatónico quien recogió por vez primera la expresión. O, al menos, eso es lo que dejó anotado su alumno Juan de SalisburyDecía Bernardo de Chartres que somos como enanos a los hombros de gigantes. Podemos ver más, y más lejos que ellos, no porque la agudeza de nuestra vista ni por la altura de nuestro cuerpo, sino porque somos levantados por su gran altura (Metalogikon, III, 4). 

La idea que se recoge, según explica el historiador medieval R. W. Southern, hace referencia a las escuelas nacidas en las catedrales medievales y a la calidad de sus enseñanzas, que posibilitaron la transmisión del saber que venía desde la antigüedad greco-latina. Gracias a ese estudio podían (podemos) ver más lejos. La suma de todos ellos es lo que les ofrecía un "mejor" o más completo conocimiento de la realidad y, por tanto, una interpretación más ajustada del mundo.

Así pues, reconozcamos a cada cual lo suyo y que sirva esta pequeña aclaración para evidenciar, una vez más, que el conocimiento es uno, científico y humanístico, y que sin las contribuciones del uno las del otro están incompletas. 

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