Editorial |
La joven poeta Alba Flores Robla —una de las impulsoras del grupo literario #Plataforma— también se ha dado cuenta de que toca decir adiós a una época y lo hace con melancolía y, en algunas ocasiones, con un puntito de tristeza. Algo queda perdido para siempre. El inexorable paso del tiempo marca nuestras vidas. Pero en esa larga despedida de la muchacha que fue nos ofrece 34 suaves poemas, algunos llenos de serena belleza, que han merecido el reconocimiento de los premios Adonáis 2017 y Ojo Crítico 2018.
El primer poema nos sitúa ya ante el paso del tiempo y su irreversibilidad:
NOGAL
me hubiera gustado tenerte a mi lado.
Mientras las ramas caían unas sobre otras
y se amontonaban en la tierra,
mientras la lluvia caía con insistencia
y empapaba el pelo de mi abuelo
y los huesos de mi madre,
mientras mi hermana lloraba dentro de la casa
y todo crujía y hacía frío.
Mientras tú no estabas ahí
y las cosas pasaban rápidamente,
yo pensaba lentamente en toda la gente
que, a la sombra del árbol,
se había quedado alguna vez dormida.
Mientras no me quedaba de otra,
yo pensaba con tristeza en toda la gente
que, como yo,
había encontrado un hueco entre las hojas,
un resquicio azul,
y te había mirado.
El último, en el umbral de la edad madura, es un hermoso intento de darse ánimos y recolocarse:
YA creciste,
ya tienes el armario ordenado por estaciones y
los libros colocados por autores.
Tus amigos te sonríen desde el corcho,
tienen los cuerpos prendidos con chinchetas
y no se quejan.
Hay una agenda sobre la mesa
-ahora es importante no olvidar jamás las cosas-,
las tapas de cuero,
las hojas con fechas,
las citas con el dentista, los exámenes,
el casero que viene dentro de dos días.
Productos para el cuidado del cabello en la bañera,
botecitos de crema para cuidar la corteza.
Ya creciste,
pero no sufras.
¿Acaso no crecen también los árboles
y no lloran?
Y aquí la tenéis —todavía muchacha emocionada y nerviosa— recibiendo el adonáis y leyendo un par de poemas:
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