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miércoles, 29 de agosto de 2018

NEUROPOLÍTICA, TOXICIDAD E INSOLVENCIA DE LAS GRANDES IDEAS

ED Libros
Las dos citas con que se abre el preámbulo son suficientemente explícitas y perfectamente adecuadas al tema que se desarrolla: En política, como en religión, no se exige un nivel de conocimiento para expresar una opinión; bastan las convicciones firmes (Hoffman, J. y Graham, P.). La gente suele estar orgullosa de sus creencias políticas: tendemos a pensar que son el resultado de algún proceso racional al evaluar el mundo que nos rodea (John Hibbing).

El catedrático de psiquiatría Adolf Tobeña utiliza las herramientas de investigación y análisis que mejor conoce —los avances y técnicas de la neurociencia—para demostrarnos cómo aquello que creemos fundamentado en un sesudo análisis de la realidad, nuestra particular visión del mundo y las opiniones que de él tenemos, en muchas ocasiones, dependen más de nuestros genes que de una puesta en funcionamiento de nuestras capacidades racionales. 

Eso, por un lado. Por otro, va exponiendo con meridiana claridad el daño que pueden llegar a ocasionar el sostenimiento y la defensa de las grandes ideas al desarrollo de una sociedad. Muchos otros pensadores nos lo habían advertido y habían denunciado el funcionamiento de las ideologías como religiones, con sus dogmas y sus ritos. No es la primera vez que se nos advierte sobre el peligro de la concepciones utópicas que acaban invariablemente en grandes baños de sangre y opresión. Tobeña nos lo cuenta desde el funcionamiento del cerebro.

Lo relevante es garantizar la fortaleza de la sociedad abierta. Y eso solo vendrá, sospecho, de la incorporación creciente de la exigencia de la metodología científica en todas las áreas que así lo permitan, tanto en los procesos que conducen a las propuestas de elaboración y corrección legisladora, como en la gestión ejecutiva con rendimiento regular de resultados. Es decir, de ir inculcando, de manera sistemática, las vacunas del empirismo para no dar cancha a la seducción y el arrastre de los "grandes principios" (p 226).

El único problema, y Tobeña bien lo sabe, es que el amor es ciego, y lo que puede resultar una gran cualidad para estrechar y poner las bases de una vida en pareja, puede ocasionar una catástrofe en el desarrollo político de las sociedades. Esperemos que en estos asuntos haya cada vez menos gente enamorada y más pasión racional. Y que el otoño caliente que se nos anuncia sea más bien un fresco y sosegado otoño.

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