A la amable lectora ya le he mandado una respuesta. Pero mientras la redactaba, he pensado que, a propósito del verso que Muñoz Molina utiliza para titular su libro, bien podía dejar aquí los sonetos de los que procede, y disfrutar de ellos tal y como se merece este espléndido día que ha amanecido aquí donde resido.
Primero el del genial Camões, quien, como dice Francisco Rico, ha merecido el raro honor de seguir siendo considerado una obra maestra después de que la épica perdiera todo su antiguo prestigio, y que es el punto de partida del de Quevedo:
Amor é um fogo que arde sem se ver;
É ferida que dói, e não se sente;
É um contentamento descontente;
É dor que desatina sem doer.
É um não querer mais que bem querer;
É um andar solitário entre a gente;
É nunca contentar-se e contente;
É um cuidar que ganha em se perder;
É querer estar preso por vontade;
É servir a quem vence, o vencedor;
É ter com quem nos mata, lealdade.
Mas como causar pode seu favor
Nos corações humanos amizade,
Se tão contrário a si é o mesmo Amor?
Ahora, el de don Francisco:
es herida que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.
Es un descuido que nos da cuidado,
un cobarde, con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado.
Es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero parasismo;
enfermedad que crece si es curada.
Este es el Niño Amor, este es su abismo:
¡mirad cuál amistad tendrá con nada
el que en todo es contrario de sí mismo!
Y ya puestos, uno de Lope, que tiene el mismo tema, tan de moda en la época, como era el de la definición del amor por medio de la paradoja, y que tanto juego les dio.
Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;
no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;
huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor süave,
olvidar el provecho, amar el daño;
creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor, quien lo probó lo sabe.
El uso de los contrarios les viene a todos ellos de la poesía trovadoresca; ahora bien, ellos supieron extremar sus bondades estéticas. La forma, el soneto, de Petrarca. Ya véis lo importante que es tener en cuenta los recursos que la tradición pone en nuestras manos.
Disfrutad del domingo y de la belleza de estos tres sonetos.
***
Si alguien necesitara traducción del portugués, aquí hay dos.
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