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miércoles, 2 de mayo de 2018

APRENDER A MIRAR EL CIELO: las constelaciones circumpolares

Fuente: Guía del cielo 2018.
Una persona situada en el hemisferio norte se orienta a partir de la estrella polar, que es la que nos indica la dirección norte cada vez que miramos hacia ella, y que al estar situada en el polo norte celeste, vista desde la Tierra es, aparentemente, una estrella que nunca se mueve, mientras todo lo demás gira a su alrededor en el sentido contrario a las agujas del reloj. Es decir, si observamos el cielo en un momento dado y luego lo hacemos 6 horas después, todas las constelaciones que hemos visto en la primera observación habrán girado aparentemente 90º con respecto a la posición anterior. Así: 



Al cabo de 12 horas la estrella polar seguirá apuntando hacia el Norte, pero todo lo demás estará volteado 180º con respecto a la observación primera; patas arriba, vamos.


Y al cabo de 24 horas los objetos estelares habrán vuelto a su posición original después de dar la vuelta completa, 360º. Y así continuamente.

Pues bien, hay una parte del cielo que siempre vemos, estemos en la época del año en que nos encontremos y sea la inclinación del eje de la Tierra la que sea. Desde el hemisferio norte y desde una latitud de unos 40º, la parte que siempre vamos a tener visible es la que corresponde a las constelaciones de la Osa Menor, Osa Mayor, Cefeo, Casiopea y Dragón. Y como esto lo vemos siempre, va a resultar muy fácil reconocerlo.

Pero el cielo no tiene rayas pintadas que vayan de una estrella a otra, solo vemos puntitos, y si la noche no es muy oscura, bastante débiles. Así que lo primero que tendremos que hacer es dejarnos guiar por las más brillantes, que son las que corresponden a la Osa Mayor y que en la imagen he señalado con color amarillo.

Una vez reconocidas las siete estrellas principales que forman "el carro", "el cazo", "el cucharón"..., nos fijamos en Merak y en Dubhe (las dos estrellas que cierran "el carro"). Medimos mentalmente la distancia que las separa y prolongamos esa distancia 5 veces siguiendo la línea imaginaria que las une. Llegaremos a la estrella polar, una estrella muy importante, pero que no tiene un gran brillo. Esta es el extremo del hilo de "la cometa" que forma la Osa Menor.

Entre las dos "osas" culebrean las estrellas que forman la constelación del Dragón, todas ellas reconocibles, pero de un brillo poco intenso. En la actualidad no nos fijamos mucho en ella, pero ahí se encuentra Thuban, la estrella que hace casi 5.000 años marcó el norte, es decir, fue la estrella polar en la época de las pirámides. Y es que absolutamente todo está en movimiento, incluido el eje de la Tierra, cuyo movimiento de precesión tarda unos 25.000 años en hacer un recorrido completo.
Fuente: Wikipedia
En el entorno de la Osa Menor se encuentran otras dos constelaciones fácilmente reconocibles por su forma: Cefeo, "la casita", y Casiopea, "la w". 

Una vez que nos hemos hecho con las figuras imaginarias de estas cinco constelaciones, podemos ir ampliando el horizonte celeste y comenzar el fascinante recorrido por su historia, su realidad y sus leyendas. Y una pequeña advertencia: que veamos con mayor o menor brillo una estrella no depende solo de su tamaño, sino también de la distancia a que se halla de nosotros. Así, mientras Alioth se encuentra a "solo" 81 años luz, la Polaris está a 680.
Para quien no se acuerde:un año luz es la distancia que la luz recorre en un año, esto es, 9.460.730.472.580 km. O sea, una barbaridad.

¡Feliz observación!

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