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jueves, 4 de enero de 2018

DE LA ILUSIÓN AL ENFADO


Comencé el año con la noticia del Homenaje a Ángel González. Me hacía ilusión acudir y disfrutar de la obra de un poeta que me gusta mucho, y más en las voces de otras personas a las que admiro. Pero va a ser que no.

El cartel que Benjamín Prado y Luis García Montero han difundido a través de sus cuentas de twitter lo dice bien pequeñito, en la última línea, pero claro: Reservas: 9153347557/58. Pero va a ser que no.

Llamé ayer a por la mañana: no me cogió nadie. Llamé por la tarde: me dijeron que no sabían nada, pero que la entrada era libre y que ya preguntarían por lo de las reservas. He llamado hace un momento: nada de reservas, lo han consultado con los organizadores y es así. ¿Los organizadores son los que han hecho y distribuido el cartel?

Hombre, alguien podría pensar que no es para tanto. Llegas, te pones en la fila —¿una hora antes?, ¿dos horas?, ¿un día?— y lo que toque, tocará. Desde luego, si vives en el barrio donde se encuentra la sala, pues no pasa nada si no entras. Llegas, ves la cola, cuentas y te quedas... o cambias de plan. Sencillo.

El problema viene cuando vives lejos, incluso fuera de Madrid. Yo estaría dispuesto a presentarme, incluso lo había planeado con un amigo, y vivo a muchos kilómetros de esa ciudad, pero no lo voy a hacer sin saber si voy a poder pasar o no. 

¿Es tan difícil organizar un reparto de reservas por teléfono o por correo electrónico? Si hasta en las tiendas de barrio tienen su expendedor de números para no hacernos esperar inútilmente y organizar bien la atención al público. Y desde luego no te vacilan diciendo coja el número..., pero sepa usted que no vale para nada.

¡Qué poco cuesta organizar bien las cosas y cuánto valor tiene! Da la impresión de que algunos intelectuales entienden que ser cortés con el público es algo así como atentar contra la libertad. Ángel González no se merecía esto. Va a ser que no.

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