Aprovechando que las noches son más largas, que vienen días en los que podemos estar más tiempo con la gente menuda de la familia y que son quienes hacen aumentar el volumen de lecturas en el país, transcribo un cuento que he utilizado más de una vez y que a las criaturas les gustaba mucho. Es de Günter Herburger y fue publicado en 1980 en un cuentacuentos por Pablo del Río Editor.
A ver si os gusta.
Todo el mundo se ha acostumbrado a los anuncios y la gente ya no se echa a reír cuando dicen en la tele que el helado de vainilla está muy rico, pese a que el de chocolate sabe mucho mejor. Los anuncios aseguran que una nevera produce hielo durante cien años o que el jabón tal hace tanta espuma que hasta puede uno atravesar en bicicleta las montañas de espuma. Los sostenes son tan resistentes que ni siquiera las ratas se atreven a atravesarlos. La leche en lata dicen que mana de unas vaquitas preciosas, y eso que todo el mundo sabe que le echan harina para espesarla. Los anuncios mienten.
Por la noche Bombilla sobrevuela la ciudad y escribe en el cielo con letras amarillas: "¡BEBA PIPÍ!"
Al principio la gente que anda por la calle no ve el eslogan. Lo descubre un camionero que acaba de chocar al dar marcha atrás contra una pared y baja de la cabina para ver qué ha roto. "¡Beba pipí!", piensa. ¿Pipí? Yo lo que quiero es beber cerveza para que se me pase el enfado. El camionero lleva el camión, que solo tiene unos rasguños y un stop roto, al aparcamiento, y se mete en la tasca más cercana. Dice que quiere pipí, una pipí en vez de decir una cerveza, que es en realidad lo que quiere.
—No tenemos pipí —dice el tabernero.
—¿Cómo que no tienen cerveza? —dice el camionero.
—Usted dijo pipí —dice el tabernero.
—Dije pipí y quise decir pipí —dice el camionero—. No, cerveza dije y quiero decir pipí. ¡Pipí, no, cerveza! ¡No, pipí!
—Mierda —grita el tabernero—. A mí las fábricas de cerveza me venden cerveza. El pipí se lo fabrica usted mismo. ¡Fuera!
—¡Al que me ponga la mano encima le doy! —grita el camionero—. Yo bebo lo que me da la gana. Pipí y cerveza. ¡Pipí no, solo cerveza! ¡No, solo pipí! ¡Nada es lo que bebo!
El camionero sale de la taberna y se queda parado en plena calle mirando hacia arriba. En el cielo pone todavía: ¡BEBA PIPÍ!". Vuelve a meterse en la taberna y grita que le saquen de una vez pipí, la nueva bebida, y que en el cielo lo pone. Los parroquianos salen corriendo de la taberna y leen el mismo anuncio, que sigue brillando por encima de ellos.Los parroquianos dicen que, en principio, no se puede beber pipí, pero que si en el cielo lo pone, por algo será.
—¡Aquí solo hay cerveza! —grita desesperado el tabernero—. ¡A mí la fábrica no me manda todavía pipí!
—¡Nosotros queremos pipí! —exigen los parroquianos y se ponen a gritar:
—¡Pipí, pipí, pipí!
—¡Os lo hacéis vosotros mismos! —grita el tabernero, y se encierra en el váter.
Bombilla se ha dado cuenta de que allá abajo, en la ciudad, no es el camionero el único que quiere beber pipí. Nadie sabe ya muy bien si se puede beber o no se puede beber, excepto los niños, que dicen que está claro que se puede beber pipí, que sabe salado y amargo, pero que los mayores no se atreven a probarlo. Si se atrevieran sabrían hace tiempo el mal gusto que tiene.
Bombilla traza en rojo un nuevo eslogan en el cielo: "¡PINTA POMPIS!" Bombilla da vuelta y más vueltas, como un reactor, para que las letras sigan bien visibles. Si se parase, el eslogan desaparecería. Solo iba a quedar un punto luminoso: Bombilla misma.
"¡Pinta pompis!", reflexionan muchos con la vista clavada en el cielo.
—Abajo los pantalones! —gritan los niños.
—¿Cómo que abajo los pantalones? —preguntan los mayores.
—¡A bajarse los pantalones y que traigan acuarelas! —gritan los niños.
Los niños se pintan unos a otros manchas y garabatos en el trasero. Luego salen a la calle a enseñar sus obras.
—Puesto que no nos atrevemos a beber pipí, vamos, por lo menos, a pintarnos los traseros —se dicen los mayores.
Y, en efecto, esa misma noche son muchos los que pasean por la ciudad enseñando el trasero y bebiendo zumos amarillos, de piña y de limón, porque el pipí realmente sabe mal. Bombilla, en cambio, pinta en el cielo un nuevo eslogan: "PIPÍS-POMPIS-PIMPAMPUM!"
Recuerdo que cuando vi esta historia en un libro de literatura me cague de risa
ResponderEliminarKeo3, me alegro de que te te hiciera tanta gracia el cuentecito. Coloco a tu oración lo que le falta:
EliminarRecuerdo que cuando vi esta historia en un libro de literatura, me cagué de risa.
Jesús