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miércoles, 24 de mayo de 2017

EL HOMBRE SIN ATRIBUTOS

Hay novelas que nos muestran el mundo tan bien o mejor que cualquier manual de historia, sociología o filosofía. Desde mi punto de vista, tres son las monumentales narraciones que realizan un auténtico inventario del desmoronamiento de la sociedad europea a comienzos del siglo XX: Ulises, En busca del tiempo perdido y El hombre sin atributos. Las tres, cada una a su manera, están ambientadas antes de la I Guerra Mundial, aunque se escribieron durante o después de la misma. Las tres señalan el fin del mundo contemporáneo, tal y como se conocía en el XIX.

Si la extensión de la obra puede resultar intimidante, no es esa la mayor dificultad, sino la forma en que está escrita. El hombre sin atributos no tiene propiamente una trama, se va construyendo a base de situaciones diversas, reflexiones y pensamientos ofrecidos desde la perspectiva de cada uno de los personajes. No hay hechos ordenados según una narración más o menos lógica. Se trata de una visión poliédrica en la que nos vemos sumergidos.

Con esta novela nos adentramos en el hundimiento y declive de una sociedad que estallará definitivamente con La Gran Guerra y se hace pedazos la idea misma de la historia. Mientras la historia europea se precipitaba hacia la catástrofe, la novela comienza con los preparativos para la Acción paralela, evento que nunca llegamos a saber con certeza en qué consiste, salvo que quiere celebrar el 70º aniversario del emperador .

El protagonista de la historia, Ulrich, es el secretario del comité encargado de la planificación de semejante evento en Kakania, trasunto del Imperio Austrohúngaro y que desaparecerá en 1919. Las sesiones preparatorias de la Acción paralela se convierten en un auténtico inventario de las ideologías del cambio de siglo. La información es sobreabundante, pero el caos en que se diluye nos muestra cómo la sociedad vienesa era incapaz de hallar un sentido.

Ideólogos, fanáticos y excéntricos pueblan la novela: jóvenes nietzscheanos, judíos liberales, generales interesados por el arte y la cultura, espíritus gotheanos, socialistas anémicos, freudianos noveles. Además de Ulrich, el hombre sin atributos, y Diotima, cerebro de la Acción paralela, yo destacaría al general von Bordwehr, convencido personaje de que con instrucción militar se alcancará el orden, y el bibliotecario que nunca lee un libro.

Una obra imprescindible sobre la condición humana, vista desde el lado más fragmentario y absurdo. Una perla: por el pacifismo, andaría sobre cadáveres si fuera necesario. Igual que hoy.

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