La cárcel siria de Saydnaya se ha hecho tristemente famosa por ser un lugar donde sus responsables quiebran todas las normas, actúan sin ningún control y donde los presos reciben todo tipo de maltratos y torturas.
Amnistía Internacional ha puesto en marcha una campaña mundial para solicitar el acceso de observadores independientes a la misma, con el objetivo de parar las atrocidades que se llevan a cabo con absoluta impunidad.
He aquí algunos testimonios:
Un exjuez que estuvo presente en los ahorcamientos:
"Los tienen así (colgando) por 10 o 15 minutos. Pero algunos todavía no han muerto porque son muy livianos. Entonces los asistentes los jalan y les quiebran el cuello".
'Hamid', un exmilitar que estuvo detenido en Saydnaya:
"Si uno pone el oído en el suelo puede escuchar un sonido como de ahogamiento, esto dura como 10 minutos. Estábamos durmiendo encima del sonido de gente que estaba siendo ahorcada hasta morir. Pero eso se terminó convirtiendo en algo normal".
"Sameer", otro exdetenido:
"Las palizas eran muy intensas. Era como si tuvieran un clavo y estuvieran tratando y tratando de clavarlo en una roca: imposible, pero ellos seguían tratando. Y yo sólo quería que me cortaran las piernas en lugar de seguírmelas golpeando".
Amnistía Internacional ha puesto en marcha una campaña mundial para solicitar el acceso de observadores independientes a la misma, con el objetivo de parar las atrocidades que se llevan a cabo con absoluta impunidad.
He aquí algunos testimonios:
Un exjuez que estuvo presente en los ahorcamientos:
"Los tienen así (colgando) por 10 o 15 minutos. Pero algunos todavía no han muerto porque son muy livianos. Entonces los asistentes los jalan y les quiebran el cuello".
'Hamid', un exmilitar que estuvo detenido en Saydnaya:
"Si uno pone el oído en el suelo puede escuchar un sonido como de ahogamiento, esto dura como 10 minutos. Estábamos durmiendo encima del sonido de gente que estaba siendo ahorcada hasta morir. Pero eso se terminó convirtiendo en algo normal".
"Sameer", otro exdetenido:
"Las palizas eran muy intensas. Era como si tuvieran un clavo y estuvieran tratando y tratando de clavarlo en una roca: imposible, pero ellos seguían tratando. Y yo sólo quería que me cortaran las piernas en lugar de seguírmelas golpeando".
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