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domingo, 30 de abril de 2017

COMO EL QUE DICE SIEMPRE, antología de ensayos de García Marruz

Fina García Marruz es relativamente bien conocida en el lado occidental del Atlántico como poeta y, seguramente, algo tuvo que ver en ello la concesión en 2011 del premio Reina Sofia de Poesía Iberoamericana. En la orilla oriental, en cambio, no necesita presentaciones porque está considerada como lo que es, una figura destacada de la poesía cubana contemporánea y una ensayista de envergadura. Claro que para saber de su trabajo necesitamos tener acceso a sus libros y, por desgracia, estos no se encuentran con facilidad a este lado del océano.


Hace poco tiempo cayó en mis manos este Como el que dice siempre, recopilación de algunos ensayos de la cubana a cargo de Adolfo Castañón, que he estado leyendo con gran placer y mayor provecho. En él podemos encontrar análisis brillantes y amenos sobre Quevedo, Cervantes, Martí, Sor Juana Inés de la Cruz, Lezama Lima, Bécquer, Silvina Ocampo... En fin, un baúl lleno de tesoros que disfrutará cualquier aficionado a la reflexión literaria.

Sobre la agudeza de la mirada de García Marruz sirva como ejemplo, aunque cualquier otro hubiera valido, el primer párrafo del trabajo que lleva por título Góngora y Quevedo (pp 69-99):

¿Qué podían tener en común el genial cordobés, para el que el tema era apenas un pretexto para la creación verbal insólita y este apasionado, al que le palabra le salta, espumeante y colérica, ofendida de la verdad que a diario ven sus ojos, deslustrada por la máscara que la suplanta? ¿Qué de semejante entre los grandes vitrales de Góngora, en que el asunto es sólo materia de la luz que lo traspasa y el color que lo decora, y este censor de su siglo que lo pintó, también genialmente, con todas sus sombras y como al resplandor rojizo de una invisible hoguera? Es verdad que Quevedo "ahondó tanto" en su propia sangre, y tanto supo de sus tonos fundamentales, que los despliega en toda su irisada gama de carmines tierra y carmesíes relámpagos, pero no a la manera del iris en arco sucesivo, sino irrumpiendo en los adentros ya, con su tono volcán. No, no podía gustar de su ceño fruncido a lo mordaz de su palabra el poeta de "Goza, goza el color, la luz, el oro".

Para disfrutar aprendiendo.

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