Fotografía de Yannis Beharakis. Fuente: codigonuevo.com |
y sembraron palabras de odio.
El miedo creció
y se introdujo por las uñas y los ojos.
Luego aparecieron las armas
y el fuego se extendió por todas las calles.
No hubo rincón que se librara
de las dentelladas de la ira.
La ciudad se derrumbó sobre nosotros
y tuvimos que atravesar la noche
a ciegas,
tanteando la angustia
para que no hiciera presa
de nuestros maltratados cuerpos.
Después de sortear a los traficantes del pánico
y océanos de sufrimiento,
aquí estamos,
en los almacenes del dolor,
amontonados en soledad,
compartiendo el frío y el hambre con las horas.
¿Es que no hay
ni un solo ser humano
al otro lado del infierno?
El poema estremece y da escalofríos. Nos acerca el dolor en una imagen que hiela la sonrisa, helada en llanto de dolor helado. Nos devuelve el reflejo gélido de nuestro corazón... helado.
ResponderEliminarGracias, Ana.
EliminarA ver si conseguimos que a partir del día 4 de marzo traigan a todos los que prometieron traer.
Un beso.