Ni la religión, ni la ciencia, ni la filosofía, ni el arte, ni que tengamos muchos o pocos conocimientos hacen de nosotros mejores o peores personas. Hay gente con un bagaje cultural excasísimo, o incluso analfabeta, que es extraordinaria. Otras personas, en cambio, poseen grandes conocimientos y dejan mucho que desear. El saber, el dominio técnico, la pericia, la cultura, tiene que ver con el desarrollo de las sociedades. Cuanto mejor preparada esté una sociedad, mayor capacidad de respuesta y de progreso va a tener, lo que no quiere decir que vaya a actuar más humanamente con las sociedades vecinas, y la historia es una auténtica sucesión de ejemplos de la barbarie del saber.
Dicho esto, también es cierto que a veces, no siempre, las creencias tradicionales y las costumbres arraigadas son un obstáculo para el desarrollo de nuevas ideas que podrían ser beneficiosas para la humanidad, pero que se encuentran frenadas por esa resistencia al cambio que, entre otros factores, produce la desinformación o el desconocimiento. La historia en este caso también ofrece multitud de ejemplos. Posiblemente los más llamativos y asépticos desde el punto de vista ideológico sean los que tienen que ver con la evolución de la medicina.
Lo sorprendente, lo extraordinariamente sorprendente, de la teoría de la evolución —y aquí viene LUCA— es que tenga tantas resistencias cuando es un conocimiento que no afecta ideológicamente a nuestras acciones ni a nuestra relación con las demás personas, salvo esas discusiones peregrinas y tabernarias cuyo único resultado es salir de ellas un poco más acalorados y menos amistosos.
La vida, estimado Thiago, trata de salir adelante, y para eso no ha encontrado un modo mejor que replicarse y diversificar. En este larguísimo proceso que se inicia hace unos 3.500 millones de años en nuestro planeta, ha pasado por todo tipo de dificultades —las especies extinguidas son muchísimo más numerosas que las que hoy existen—. En esa metáfora del árbol que suele utilizar la biología para explicar la intensísima ramificación de especies nos encontramos con nuestros parientes los primates, somos de la misma familia. Pero la procedencia está mucho más atrás.
Si queremos ser rigurosos, LUCA es la especie ancestral de la que proceden las demás especies. La palabra es un acrónimo inglés de last universal common ancestor, cuyo significado en castellano es último ancestro común universal. Como dice el texto que comenté ayer: No tenemos evidencias directas sobre cómo pudo ser LUCA, pero sabemos que sus características eran las mismas que tenemos en común todos sus descendientes. Nuestro antepasado común vivió antes de que la diversificación a partir de él originara las primeras bacterias y comunidades microbianas que dejaron huellas fósiles hace 3.500Ma (p 150).
Esto es simplemente conocimiento. Es ciencia básica, de la que puede derivar, o no, ciencia aplicada. Ni tus creencias ni tu ideología deberían verse afectadas. Biólogos hay que mantienen las suyas; lo mismo que hay personas dedicadas a la religión, sea esta la que sea, que no se les ocurre dudar ni un momento de los conocimientos aportados por el evolucionismo. El saber ni ocupa lugar, salvo en las estanterías de casa, ni nos convierte en mejores personas, pero nos ayuda a entender mejor nuestro entorno y a buscar mejores respuestas.
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