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lunes, 13 de junio de 2016

CHRISTINA ROSSETTI

Christina Rossetti (1830-94) nació con el impulso poético y con el veneno de la tristeza. Su padre escribía poesía y su madre era hermana del médico y amigo de Byron. Ese ambiente y los ataques depresivos de su padre, sin duda, tuvieron algo que ver en la configuración existencial de la poeta, además de la pertenencia al movimiento prerafaelista, del que su hermano era pintor destacado.

No es que existan muchas traducciones de su obra al castellano, pero tanto la de Adolfo Sarabia —Hiperión— como la de López Serrano —Pre-Textos— son buenas traducciones que nos permiten conocer la obra poética de la autora. Seguramente, el poema más famoso de Rossetti sea El mercado de los duendes, ampliamente comentado y estudiado, pero no me he atrevido a incluirlo aquí por su longitud, 526 versos me parecen demasiados para una entrada. Pero os animo a leerlo.

Si El mercado de los duendes puede ser el más famoso, En mitad del sombrío invierno es el más escuchado, porque se transformó en un villancico desde que el compositor Holst lo musicó y lo incluyó en el Himnario inglés. A esa versión le han seguido otras, hasta tal punto que una de ellas, la de Darke concretamente, fue nominada por directores y maestros de coro como el mejor villancico en 2008. Es esta:



Este otro poema que copio de la traducción que Sarabia realizó para Hiperión, también muy conocido, puede servir muy bien para abrir las ganas de leer a la autora.

ECO

Ven a mí en el silencio de la noche,
en el sonoro silencio de los sueños ven,
con mejillas redondas y suaves, con los ojos
brillantes como el sol sobre el arroyo;
vuelve entre lágrimas,
oh. memoria, esperanza, amor de los años pasados.

Oh, qué sueño tan dulce en demasía, demasiado agridulce,
cuyo despertar hubiera debido ser en el Paraíso
donde almas rebosantes de amor residen y se encuentran;
y donde ojos ansiosos y sedientos
miran la lenta puerta
que se abre y deja entrar para no salir jamás.

Acude, pues, a mí en sueños y pueda yo vivir
de nuevo esta vida, aun helada en la muerte;
regresa hasta mí en sueños, para que pueda dar
pulso por pulso y aliento por aliento;
habla bajito, inclínate hacia mí,
como hace tanto tiempo, amor, cuán largo tiempo.

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