Que nadie se asuste, si es que alguien debiera asustarse. La poesía como género literario sigue viva a pesar de lo que el título de la última creación de García Montero anuncie, o de lo que otros movimientos, pensadores y poetas varios vaticinen o hayan vaticinado desde comienzos del siglo XX. Prueba de que no ha muerto es el propio poemario del autor. Y, sobre todo, la que se escribe al otro lado del Atlántico.
Balada en la muerte de la poesía tiene mucho de narrativo. El libro se compone de 22 textos escritos en prosa poética y en ellos se nos va contando la noticia de la muerte de tan singular dama, su sepelio y la desolada vuelta a casa del poeta. En realidad se trata de un libro de amor hacia la poesía y hacia las querencias más frecuentadas por el autor.
Es una apuesta clara a favor de la poesía y contra la banalización de los distintos mensajes surgidos de los medios de comunicación, representados aquí por la mayor herramienta de banalizar que jamás hemos creado: la televisión —las redes sociales le andan cerca—. Y es, igualmente, un largo aullido melancólico por la pérdida de la poesía a manos del mercantilismo:
...leo las primeras necrológicas. Utilidad, mercantilismo, demanda, eficacia, nuevos tiempos, caracteres, prisa, cambio de época, ayer: es el vocabulario de esta muerte. (p 20)
No me gusta el tono sentimentaloide del libro. No me gusta el tono quejumbroso de una verdad que se anuncia, pero que es falsa, y que todos los poetas homenajeados en el propio texto se encargan de desmentir. Y tampoco me gusta ese achacar problemas del oficio a los demás. Que se lea o no poesía no depende de la ley de la oferta y la demanda, ni de los señores del dinero, sino de que haya buenos poemas para poder leerlos hoy, mañana y siempre.
El libro, por lo demás, está muy bien editado: tapas duras, sobrecubierta, buen papel, dos colores, márgenes generosos e ilustraciones a cargo de Juan Vida —páginas pares con ilustración e impares con texto—. Vamos, esa edición que tan bien presentada suele estar siempre en la Colección Palabra de Honor, de Visor, que el propio poeta dirige.
Tal vez un tipo de poesía haya muerto, ¡larga vida a la poesía!
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