Desde hace tiempo tenía apartada una cita de Asimov que me gusta especialmente y hoy la he recordado al escuchar un comentario sobre su obra en un programa radiofónico. Son los primeros párrafos con los que inicia el artículo El electrón es zurdo:
Ayer recibí una carta censurando
mi estilo. «Usted evita lo poético —se quejaba— hasta el
extremo de que cuando se le ocurre una frase sibilina, brillante,
sintética, yo apostaría a que usted la deja deliberadamente a un
lado, opta por una más clara pero más pedestre.»
«Cierto que lo
hago —respondo yo—. Puede usted apostarse hasta la vida.»
Como
seguramente saben cuantos leen mis tomos de ensayos científicos, me
desagrada el concepto místico del Universo, en nombre de la ciencia,
la filosofía o la religión. También me desagrada el concepto
místico de la literatura.
No niego que sea posible suscitar
una reacción emocional por medio de una frase sibilina, brillante,
sintética; pero si usted me enseña una frase sibilina, yo le
enseñaré a usted un gran número de lectores que, no sabiendo lo
que significa, pero temerosos de revelar su ignorancia, dirán: «¡Oh,
qué poético y emocionante es esto!»
Puede que lo sea, y puede que no;
pero multitud de ineptos literarios salen adelante por la inseguridad
intelectual de sus lectores; y montones de plumíferos escriben
grandes fárragos de mala «poesía» y viven de ello.
Yo, por mi parte, me las arreglo
para conservar un alto nivel de seguridad intelectual. Cuando leo una
obra destinada, al parecer, al gran público, y veo que no le
encuentro pies ni cabeza, nunca se me ocurre atribuirlo a que me
falta inteligencia. Llegó más bien a la conclusión de que el autor
es un literato mediocre, o un pensador confuso, o, lo más probable,
las dos cosas.
Con estas opiniones no es de
extrañar que en mis propios escritos opte «por un estilo más
claro, aunque más pedestre».
Por un lado, mi objeto y mi pasión,
aun en mis novelas, es explicar. En parte es por instinto misionero
por lo que anhelo conseguir que mis lectores vean y entiendan el
Universo, como yo lo veo y entiendo, para que puedan gozarlo como yo.
Lo hago en parte también porque el esfuerzo de llevar las ideas al
papel, con suficiente claridad para que el lector las entienda, me
hace a mí entenderlas también.
Asimov no escribió, que yo sepa, poesía, pero sí la leía. Sin duda, su mayor contribución intelectual está basada en la divulgación científica que tomó como tarea principal a lo largo de su vida, pero no es despreciable su trabajo como novelista de ciencia ficción. Era, por tanto, una persona que se desenvolvía perfectamente en el terreno de las dos culturas.
Tal vez si algunos poetas apegados a la palabra mística, al culto precientífico del significado, al enamoramiento de la palabra amor y sus derivados, al aleteo de lo irracional, a la presencia de seres hermosos e irreales en sus versos; tal vez, digo, si dejaran esas prácticas, la poesía podría ganar en belleza, en verdad y en lectores.
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