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domingo, 17 de mayo de 2015

COMO TODOS LOS DÍAS

Como todos los días, la alumna abrió un poco la puerta, asomó apenas la cabeza y preguntó con suave coquetería:

—¿Se puede?

Como todos los días, el profesor, sin mirar hacia la puerta, hizo un gesto con la mano, para indicar que entrara, y continuó la explicación.

Como todos los días, la alumna se dirigió a su sitio mientras comentaba lo mal que estaba el tráfico y las dificultades para encontrar aparcamiento en las inmediaciones.

Como todos los días, el profesor pidió a su alumna que se acomodara lo más rápidamente posible y que les permitiera seguir con la actividad.

Como todos los días, la alumna pidió disculpas y continuó señalando lo mal que se sentía por haber interrumpido la clase.

Como todos los días, el profesor intentó exponer lo más delicadamente posible que la próxima vez, por respeto a todos, entrara sin hacer ruido y sin realizar comentarios.

Como todos los días, la alumna se sintió fatal y sacó un pañuelo para enjugarse una falsa lágrima que quería aflorar al exterior.

Entonces, como ningún otro día, el profesor le dijo:

—Puede usted llorar a gusto todo el tiempo que desee, porque yo me voy.

No hubo más días.

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