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viernes, 27 de febrero de 2015

BEATUS ILLE

Traigo un poco de remanso para la tarde del viernes tirando del tópico beatus ille que tan magistralmente interpretó fray Luis de León y que tantas versiones ha producido en la literatura. El original, claro, es el de Horacio (65-8 a.n.e.), epodos II.

La traducción es Manuel Fernández-Galiano y está recogida en Cátedra, Odas y Epodos.


Feliz aquel que, sin negocio alguno,
como los hombres de antaño
los campos paternos con su yunta labra
libre de usura, al que nunca
despierta en las filas clarín truculento,
quien no teme al mar airado
y el foro rehuye y umbrales soberbios
de los ciudadanos ricos,
mas los altos álamos con crecido vástagos
de la vid casa o contempla
en el valle oculto las errantes greyes
mugidoras o los brotes
secos con podón monda a los que injertos
suplantan o en limpias ánforas
guarda la exprimida miel o a las ovejas
dóciles esquila; y, cuando
Otoño en los campos alza la cabeza
ornada de suaves frutos,
¡qué bueno es coger inseridas peras
y roja uva que te obsequie
a ti, Priapo, o bien al padre Silvano,
al protector de las lindes!
Al pie de la encina vieja o por la yerba
mullida gusta de echarse
mientras en orillas altas mana el agua,
se queja el ave en el bosque
y el eco en las frondas del arroyo invita
a dormitar dulcemente.
Y, al mandar el año del tonante Jove
invierno y lluvias y nieves,
al jabalí acosa con grande jauría
hacia las redes o planta
en lisa pértiga trampas de ancha malla
para el voraz tordo o caza
con lazo a la tímida liebre o peregrina
grulla, botín placentero.
¿Quién no olvida en ello las preocupaciones
que el amor consiga lleva?
Mas, si es casta esposa quien morada y caros
hijos a cuidar ayuda,
cual Sabina o cónyuge del Apolo activo
tostada por muchos soles,
dando al hogar sacro leña vieja porque
él cansado va a llegar,
encerrado al pingüe ganado y las ubres
retesas dejando exhaustas,
sirviendo con dulce jarra en no comprado
festín el vino de hogaño,
nada ya el marisco lucrino me agrada
ni el rodaballo ni escaro
al que haya desviado desde aguas eoas
hacia acá el trueno invernal;
y con más placer bajara a mi vientre
que el ave afra o francolín
jónico la oliva de la mejor rama
del árbol o la romaza
del prado o las malvas, que al enfermo curan,
o la cordera inmolada
en las Terminales o el cabrito acaso
con el que el lobo no pudo.
¡Qué gozo, entre tantos manjares, da ver
que acuden hartas las reses
y el buey arrastrando lánguido la reja
invertida y, rodeando
los lúcidos Lares, al servil enjambre
nacido en la rica casa”.
Y Alfio el prestamista, queriendo labriego
ser, pensaba en el dinero,
cómo a colocar iba en las calendas
lo recogido en los idus.

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