Anteayer cogí de forma casual en la biblioteca el tratado Sobre la clemencia que Séneca dedicó a Nerón. Hace escasos momentos lo he terminado. Hoy salía el nuevo número de Charlie Hebdo. Cada cual pone atención en un tipo distinto de casualidades. A mí me gustan especialmente éstas en las que hay una coincidencia de contenido. ¡Qué gran portada y qué lección de humanidad!
Tal vez el Estado, la Administración, la Justicia no puedan o no deban hacer lo que sí puede hacer el grupo de personas que componen Charlie Hebdo. Tal vez la rutina histórica y la tradición del pensamiento sean ajenos al gesto heroico y a la acción excepcional; en cambio, el equipo de Charlie Hebdo sí puede y sí quiere. ¡Bravo!
No soy precisamente estoico, ni comparto casi ninguna de las ideas del estoicismo; sin embargo, me gusta especialmente este opúsculo porque es una gran lección de humanidad —a la que Nerón era totalmente ajeno, claro— y es un recordatorio de que el comportamiento ético debe estar en un nivel superior a la conducta legal. No siempre lo legal es legítimo, como tampoco es siempre consistentemente moral lo legal e incluso lo legítimo.
Envainada, más bien aherrojada, conservo la espada; sumo es también mi respeto a la sangre más despreciable; todo aquel que carece de otras cosas cuenta con mi favor por el hecho de llamarse hombre (p. 5)
También Joubert lo tenía claro cuando afirmaba que la clemencia es una parte de la justicia. Como lo sabía Tirso de Molina y por eso nos dejó estos tres versos: La clemencia siempre nace / del valor y la victoria / porque es la venganza infame.
¡Qué grande eres, Charlie!
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