Las palabras venían enredadas
en un hipérbaton bellísimo.
El juego de los acentos
creaba un cadencia melodiosa
de irresistible prosodia.
El ritmo era tan sutil
que invitaba a la danza.
No tardaron en aparecer
las exégesis cultas
y las paráfrasis largas.
Los más listos de la clase
intentaron esclarecer
el porqué de algunas comas
y el sinporqué de varias rimas.
Entre alusiones,
comentarios,
tesis,
un par de telediarios
y algún que otro premio,
se consiguió que el alboroto
fuera grande
y duradero.
Nadie supo
qué era lo que decían la palabras.
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