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jueves, 17 de julio de 2014

EL PAÍS DE JAUJA

El País de Jauja. Brueghel
De entre la larga lista de los lugares inexistentes que la humanidad ha ido imaginando Jauja es, quizá, el más infantil e inocentemente gamberro de todos ellos. Los que consiguen acceder a él pueden disfrutar sin ningún esfuerzo de cuantos manjares y bebidas queramos imaginar. Es algo así como el paraíso de la gente glotona, el cielo de los que se abandonan a sí mismos y, sin esfuerzo ninguno, pueden deleitarse con todo tipo de golosinas.

Resulta al menos curiosa esa insistencia —de todas las culturas y de todas las épocas— en idear lugares mágicos donde se puede vivir satisfaciendo necesidades, generalmente materiales, sin ningún esfuerzo. La literatura, tanto popular como culta, tiene una larga tradición y una poderosa inventiva. De ella quiero entresacar dos ejemplos que me han llamado la atención. 

El primero tiene que ver con mi ignorancia. Desconocía que el País de Jauja y el de la Cucaña fueran lo mismo. Parece que el texto más antiguo que ha llegado hasta hoy es Il Fabliaus de Coquaigne, siglo XIII, donde se nos dice: El país se llama Cucaña, donde más se duerme más se gana (versos 25 y 26). En el British Museum conservan alguna ilustración italiana del XIX relativas a este no-lugar.

El segundo ejemplo es del Decamerón, ese divertido clásico italiano del siglo XIV. Lo he estado revisitando estos días y me he encontrado con que, sin saberlo, resulta que vivo en el País de Jauja, y yo sin darme cuenta. En la octava jornada, tercera novela, se dice lo siguiente: Maso respondió que la mayoría (habla de unas piedras mágicas) se encontraban en Berlinzón, tierra de los vascos, en un país que se llama Jauja, en donde se atan los perros con longaniza. [En otras versiones, en lugar de Jauja, utilizan Bengodi].

No os quiero dar envidia, pero así es la cosa. No andéis buscando más porque el País de Jauja está aquí. Lo dice Boccaccio, todo un clásico.

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