Estimado Felipe:
Estamos en tiempos revueltos y tanto políticos como periodistas hablan de la oportunidad o no de realizar cambios, de regenerar la vida social, de atender más a la ciudadanía y de inyectar un poco de democracia en el sistema para ver si salimos de este momento en el que muchos piensan mal, desconfían o tienen poca fe en él (supongo que cuando dicen sistema quieren decir dirigentes, porque el sistema es algo así como una entelequia con la que nadie ha logrado nunca hablar).
Sumidos en esta situación, parece razonable pensar que es necesario que aquellas personas a las que les toca liderar la sociedad posean la credibilidad suficiente de las otras personas a las que dirigen, que hablen con ellas, que les hagan caso, que les expongan sus razones y que utilicen argumentos para ejercer dicho liderazgo, es decir, que gocen de la confianza del mayor número de miembros de la sociedad que encabezan.
Es por eso que me atrevo a sugerir que el próximo día 19, cuando vaya a tomar posesión de la Jefatura del Estado, en virtud de un anacrónico derecho de sangre, que solamente tiene justificación en un aún más anacrónico derecho divino, se dirija al Presidente del Gobierno, y por ende a toda la nación, y renuncie a ese derecho hasta que haya sido corroborado o no por la ciudadanía.
Sería un gesto realmente democrático, racional, contemporáneo y profundamente lúcido en un país al que no le sobra democracia, racionalidad, contemporaneidad y mucho menos lucidez.
Atentamente,
un ciudadano pacífico y pacifista que se entusiasma cuando la democracia es real.
Touché!
ResponderEliminarYa me gustaría, pero lo dudo.
ResponderEliminarPodría estar tocado si llegara a leerlo, pero dudo mucho que llegue a enterarse. Lo he mandado a la prensa, como cartas al director, pero hasta ahora, que yo sepa, no lo ha publicado nadie. Y no será por la longitud ya que he procurado redactar de la forma más concisa posible sabiendo el máximo que admiten.
Saludos hacia Cataluña.