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domingo, 25 de mayo de 2014

INTEMPERIE, de Jesús Carrasco

He dejado pasar un tiempo antes de enfrascarme en la lectura de esta novela para no dejarme llevar por la corriente de opiniones que ha generado su publicación. De hecho, me he resistido hasta ahora a leerla para no sentirme partícipe de ese juego en el que, tal vez, lo que menos importa es la literatura.

A pesar de todo, no he podido evitar durante las primeras páginas ese prejuicio que consiste en ponernos instintivamente a favor de los perdedores e ir buscando maliciosamente elementos negativos en los que luego, una vez terminada la lectura, apoyar un comentario más o menos negativo. Inútil. La novela me ha encantado.

Me ha gustado su ritmo envolvente, su osadía con las palabras, su precisión meticulosa con los elementos que nombra —desde hacía mucho tiempo no usaba tanto el diccionario—, la construcción y solidez de los personajes casi sin contarnos nada de ellos, lo absorbente del medio y esa tensión que va creciendo de forma sostenida hasta que todo estalla de forma brutal e inhumana en el penúltimo capítulo.

Me ha gustado, y mucho, a pesar de que no soy dado a las historias rurales ni a las narraciones que se sitúan en aquella España franquista y pobre y jodidamente injusta y retorcida. No siempre, pero en muchas ocasiones suelen ser relatos envarados, mecánicos y sin imaginación que sirven más para ilustrar la posición ideológica del autor que la autenticidad de la propia historia. Éste no. Éste tiene densidad y está hecho con el tejido de los relatos universales.

Me ha gustado, aún más que lo anterior, lo mucho que dice con lo aparentemente poco que cuenta: solamente tres personajes principales y uno de ellos únicamente aparece en dos ocasiones, aunque su presencia impregna toda la novela; una acción mínima y un escenario apenas sin cambios. Con esos elementos nos dice más sobre la condición humana y sus límites que muchos tratados sobre el tema. El niño, el viejo y el alguacil forman parte ya de mi universo literario.

Y la intemperie como elemento absoluto. Intemperie física y psicológica, social y cultural, política y económica. La intemperie a la que está sometida (estamos sometidos) la inmensa mayoría de la población, mientras unos pocos hacen uso de la brutalidad (...) sin más razón que la codicia o la lujuria (p 162).

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