En general, tiene mala prensa el epicureísmo. Parece que es esa forma de pensar que solamente se ocupa de uno mismo y de conseguir el máximo placer sin atender a nada más que no sea la propia satisfacción. Seguramente, en esta visión parcial de la filosofía de Epicuro y su escuela ha tenido mucho que ver la moral cristiana y el profundo sentido de culpa que la abarca. Hoy, sin embargo, es fácil acudir a los documentos y leer de forma directa y sin intermediarios. Por suerte, de Epicuro nos ha llegado su Carta a Meneceo, texto en el que se expresa su pensamiento ético, y el magnífico De la naturaleza de las cosas, obra de Lucrecio.
La Carta a Meneceo es un texto de muy pocas páginas, fácil lectura y bella expresión. Todavía hoy se lee con placer y con provecho. Además, quien no desee adquirir un libro con su traducción, puede encontrarlo en internet, en múltiples versiones. Puestos a recomendar, sugiero la del profesor Pablo Oyarzún por su acompañamiento crítico, aunque si se quiere leer de un tirón, lo más aconsejable es olvidarse de todas las notas.
Para quien todavía tenga reticencias, una cita:
El principio de todo esto y el mayor bien es la prudencia. Por eso, más preciada incluso que la filosofía resulta ser la prudencia, de la cual nacen todas las demás virtudes, pues ella nos enseña que no es posible vivir placenteramente sin vivir juiciosa, honesta y justamente, ni vivir de manera juiciosa, honesta y justa, sin vivir placenteramente. En efecto, las virtudes son connaturales con el vivir placentero y el vivir placentero es inseparable de ellas (P 132).
Como veis, no es otra cosa que ejercicio de sentido común. Animaos a leerla, solamente vais a ocupar diez minutos y, en cambio, podéis obtener un seguro placer intelectual. A mi, en su momento, me sirvió de inspiración para este poema:
EPICURO PIDE QUE NO LE IMPORTUNEN MÁS
Estando el
de Samos al final de su vida
amigos y discípulos le
rodeaban
y no cesaban de lamentar
tan triste situación.
Algunos hablaban en voz baja
entre ellos
y otros, más seguros de sí
mismos,
se dirigían al maestro
con reflexiones como ésta:
-¡Qué pena
que nos dejes
ahora que empezábamos a
disfrutar contigo del Jardín
tanto como de tus palabras!
Entonces
Epicuro pidió silencio y dijo:
-No me
molestéis más en mis últimos momentos
y no lloréis mi pérdida
puesto que yo no pierdo nada.
He disfrutado de la vida
cuanto he podido,
he intentado enseñaros cuanto
sabía
y creo haber sido tan dichoso
con mis amigos
como ellos conmigo.
Triste sería
que me fuera de la vida sin
haber vivido,
pero no es mi caso.
Así, pues,
antes de guardar silencio,
agradecedme cuanto os he
querido
y seguid luego disfrutando del
Jardín.
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