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viernes, 7 de febrero de 2014

WILLIAM BLAKE

William Blake es uno de esos bichos raros que merecen ser leídos con detenimiento por el tipo de escritura que practica y por la concepción que tenía de la belleza. Otra cosa es que luego guste o no. Francisco Rico, entre muchos de los adjetivos que le dedica, le ofrece el de inquietante. Borges dijo de él que "era uno de los hombres más extraños de la literatura"

Blake (1757-1827) comparte centenario 
con Góngora (1561-1627). Curiosamente, como bicho raro que fue —aunque esto no tiene por qué ser así—, vivió en soledad y murió sin que nadie le hubiera hecho el más mínimo caso. Tuvo que ser el centenario de su muerte el que lo pusiera delante de los lectores, y desde entonces no ha dejado de ser reconocida su genialidad ni de formar parte del panteón más selecto de la poesía inglesa.


Hace poco Atalanta ha publicado en una estupenda edición los Libros proféticos I. Es, como podéis ver por el enlace, una edición de lujo, sólo apta para regalos o caprichos, pero magnífica en todos los sentidos. De ese título os dejo algunos proverbios del infierno, en traducción de Pablo Mañé:


  • La senda del exceso lleva al palacio de la sabiduría.
  • La prudencia es una fea y rica solterona cortejada por la incapacidad.
  • Quien desea y no actúa engendra la plaga.
  • El gusano cortado perdona el arado.
  • El necio no ve el mismo árbol que ve el sabio.
  • A la atareada abeja no le queda tiempo para la pena.
  • El acto más sublime consiste en poner a otro ante ti.
  • Lo que hoy está probado, en su momento era sólo algo imaginado.
  • La cisterna contiene, el manantial rebosa.
  • Si otros no hubiesen sido tontos, tendríamos que serlo nosotros.
  • Crear una florecilla es labor de eras. (De aquí salió el verso de Whitman).
  • El mejor vino es el más añejo; la mejor agua, la más nueva.
  • Donde no está el hombre la naturaleza es estéril.

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