GEOGRAFÍA
Morir de frío entre el ser y el estar,
atravesar el lago cubierto con grasa de caballo,
en movimiento,
en perpetua exposición.
Mientras cambian las estaciones
morir antes de llegar a las cuatro esquinas del lenguaje,
donde nada entra ni sale;
—noventa grados latitud sur—
Morir en la casa en la que no hay esperanza
ni para la pierna cortada de mis estirpe
ni para el ave tendida.
Entre el ser y el estar,
se debilita el adjetivo
blanco con el que punteo
las coordenadas de mi cuerpo, atravesando el lago,
aún fuera, aterido;
—dos uno dos uno norte sudoeste—
muy despacio morir de frío sin haberme descubierto,
hundiéndome en ese origen,
sujeto por un hilo a las cuatro esquinas del lenguaje.
Espero a la orilla una flecha de sílex
desde la casa del lenguaje espero preparado,
con la intersección de las dos líneas blancas;
bien dibujada, bien enferma y dentro de un círculo;
doblarme como se dobla un animal demasiado grande
repitiendo la caída
en otoño
todo es necesario.
Espero a la orilla sentado sobre la silla blanca
a que el frío termine de llegar;
espero una flecha de sílex
sin tensión, pero exacta,
repitiendo la caída.
Raúl Morales. Casa. Vitrubio, 2010.
Amalia Iglesias ha dicho de él que tiene una voluntad constante de volver a nombrar la memoria d elas cosas, no de describir, sino de transcribir el mundo y sus atmósferas desde una mirada que nunca es la obvia. Intimista, hermético por momentos, conceptual a veces, enigmático, Raúl Morales mantiene una actitud poética de apuesta por la intensidad, sin concesiones a las modas poéticas establecidas (Poetas en blanco y negro, p 385)
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