Notaciones
En el S, a una hora de tráfico. Un tipo de unos veintiséis
años, sombrero de fieltro con cordón en lugar de cinta, cuello muy largo como
si se lo hubiesen estirado. La gente baja. El tipo en cuestión se enfada con un
vecino. Le reprocha que lo empuje cada vez que pasa alguien. Tono llorón que se
las da de duro. Al ver un sitio libre, se precipita sobre él.
Dos horas más tarde, lo encuentro en la plaza de Roma, delante de la estación de Saint-Lazare. Está con un compañero que le dice: "Deberías hacerte poner un botón más en el abrigo." Le indica dónde (en el escote) y por qué.
Dos horas más tarde, lo encuentro en la plaza de Roma, delante de la estación de Saint-Lazare. Está con un compañero que le dice: "Deberías hacerte poner un botón más en el abrigo." Le indica dónde (en el escote) y por qué.
Punto de vista subjetivo
No estaba descontento con mi vestimenta, precisamente hoy.
Estrenaba un sombrero nuevo, bastante chulo, y un abrigo que me parecía pero
que muy bien. Me encuentro a X delante de la estación de Saint-Lazare, el cual
intenta aguarme la fiesta tratando de demostrarme que el abrigo es muy escotado
y que debería añadirle un botón más. Aunque, menos mal que no se ha atrevido a
meterse con mi gorro.
Poco antes, había reñido de lo lindo a una especie de patán que me empujaba adrede como un bruto cada vez que el personal pasaba, al bajar o al subir. Eso ocurría en uno de esos inmundos autobuses que se llenan de populacho precisamente a las horas en que debo dignarme a utilizarlos.
Poco antes, había reñido de lo lindo a una especie de patán que me empujaba adrede como un bruto cada vez que el personal pasaba, al bajar o al subir. Eso ocurría en uno de esos inmundos autobuses que se llenan de populacho precisamente a las horas en que debo dignarme a utilizarlos.
Filosófico
Sólo las grandes ciudades pueden presentar a la
espiritualidad fenomenológica las esencialidades de las coincidencias
temporales e improbabilísticas. El filósofo que sube a veces en la
inexistencialidad fútil y utilitaria de un autobús S puede percibir en él con
la lucidez de su ojo pineal las apariencias fugitivas y decoloradas de una
conciencia profana afligida por el largo cuello de la vanidad y por la trenza
sombreril de la ignorancia. Esta materia sin verdadera entelequia se lanza a
veces con el imperativo categórico de su impulso vital y recriminatorio contra
la irrealidad neoberkeleyana de un mecanismo corporal inapesadumbrado de conciencia.
Esta actitud moral arrastra al más incosciente de los dos hacia una
espacialidad vacía donde se descompone en sus átomos elementales y ganchudos.
La indagación filosófica prosigue normalmente con el encuentro fortuito pero
anagógico del mismo ser acompañado de su réplica inesencial y costurera, la
cual le aconseja nouménicamente transponer al plano del intelecto el concepto
de abrigo situado sociológicamente demasiado bajo.
Había dicho dos, he puesto tres ejemplos. Espero que el paciente lector ocasional que por aquí pase lo sepa agradecer.
Imprescindible para alguien que empiece a ejercitarse en el mundillo de la narración.
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