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sábado, 22 de febrero de 2014

AGUSTÍN DELGADO: ESPÍRITU ÁSPERO

Agustín Delgado es uno de los teorizadores del grupo que puso en marcha la revista Claraboya. Es, por tanto, uno de los teóricos de aquello que se llamó poesía dialéctica. Pero no voy a detenerme aquí a comentar las características de su escritura o el itinerario poético del autor que eso lo hace muy bien el profesor Lanz en el excelente prólogo que acompaña a la obra del poeta —¡qué necesario es para un creador disponer de un lector atento y que sepa explicar su obra!—.

Lo que quiero señalar ahora es la oportunidad de la publicación de esta Poesía reunida. Agustín Delgado (1941-2012) ha sido un poeta más bien marginal, de provincias, poco conocido, al menos no conocido por ese pequeño número de personas que de vez en cuando leen poesía. De "lobo estepario" lo calificó José-Miguel Ullán. En estas circunstancias, que alguien recoja toda tu obra en una edición muy cuidada —tapa dura, dos colores, papel de calidad, estudio introductorio, bibliografía...— y que lo haga cuando efectivamente has escrito cuanto querías escribir es, cuando menos, oportuno. Y Agustín Delgado se lo merecía.

Después de esta loa a la oportunidad y al buen trabajo de quienes hicieron posible esta edición, corresponde dejar constancia aquí a través de algún ejemplo de lo que este poeta disidente e inconformista escribía.

OTRA VEZ MÁS

Siempre quedan los papeles llenos de metralla
encima de alguna mesa.
Pero más triste es morirse de hambre
y sin chaqueta y lejos de la patria.

Por eso hoy, Antonio Machado,
rasgo todos los versos,
todos los discursos de después de la comida
y me quedo en mi cuarto
mirando hacia afuera, mientras sigue la lluvia.

Por eso y porque es febrero,
tantas veces cuajado de nieve
pero tan pocas de copos de libertad.

Y porque el Volga
se deshiela a estas horas y en el Mediterráneo
llamean las aguas que te vieron morir.

Y también
por los dos versos
que encontraron en tu bolsillo y que dicen:
“estos días azules
y este sol de la infancia”.

Por sobre todo, padre mío,
porque estoy desnudo como los hijos de la mar.



   Del libro Nueve rayas de tiza (1966-68).

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