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lunes, 11 de noviembre de 2013

MIRAR EL TIEMPO

Si bien todos sabemos qué es el tiempo, definirlo es tarea harto difícil, como bien reconocía Agustín de Hipona. Célebre se ha hecho este pasaje de las Confesiones: ¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé. Lo que sí digo sin vacilación es que sé que si nada pasase no habría tiempo pasado; y si nada sucediese, no habría tiempo futuro; y si nada existiese, no habría tiempo presente. Pero aquellos dos tiempos, pretérito y futuro, ¿cómo pueden ser, si el pretérito ya no es y el futuro todavía no es? Y en cuanto al presente, si fuese siempre presente y no pasase a ser pretérito, ya no sería tiempo, sino eternidad. Si, pues, el presente, para ser tiempo es necesario que pase a ser pretérito, ¿cómo deciros que existe éste, cuya causa o razón de ser está en dejar de ser, de tal modo que no podemos decir con verdad que existe el tiempo sino en cuanto tiende a no ser? Al chico no le falta razón y, además, recurrir a la Física para definir el tiempo —la única manera que hoy por hoy tenemos de hacerlo con cierta exactitud— no deja de ser engorroso y poco elegante.

Más poética e inteligible resulta la definición del DRAE, que en su primera acepción nos dice que es la duración de las cosas sujetas a mudanza. Como veis tampoco le falta razón al diccionario que, por otra parte y sin quererlo, se hace muy actual al entrar de pleno en la corriente de la obsolescencia, programada o no, y nos recuerda, vía definición, aquello de nuestras vidas son los ríos...,  y que Seamus Heaney cambiaba por lentamente / los muertos avanzan / hacia el futuro, que es decir lo mismo, pero en más cool.

Yo, mientras tanto, miro el tiempo en distintos relojes porque como no puedo hacer nada para impedir su transcurso, me consuelo recordando las personas que me los regalaron o lo que hacía con ellas cuando en un rapto de coleccionismo decidí adquirirlos.

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