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martes, 3 de abril de 2012

EMILY DICKINSON (a vueltas con las traducciones)

 Traducir es siempre una tarea difícil y compleja, más aún si se trata de poesía. Como ejemplo he aquí una muestra:


I like a look of Agony,
Because I know it's true —
Men do not sham Convulsion,
Nor simulate, a Throe —


The Eyes glaze once — and that is Death —
Impossible to feign
The Beads upon the Forehead 
By homely Anguish strung.

Es el poema 241, datado en torno a 1861 y publicado por primera vez en 1890.

-Primera traducción, Margarita Ardanaz, Cátedra:
   
Me gusta un aspecto de Agonía,
Porque sé que es verdad —
Los Hombres no fingen Convulsiones,
Ni simulan Estertores —

Los Ojos se vidrian una vez — y eso es la Muerte —
Es imposible aparentar
Las cuentas de la Frente
Por la Angustia doméstica ensartadas.

-Segunda traducción, Rubén Martín, Bartleby:

Me gusta cómo luce la Agonía,
pues sé que es verdadera —
Los hombres no simulan el Dolor,
ni fingen un Espasmo —

Se vidrian nuestros Ojos — es la Muerte —
No hay forma de imitar
esas Perlas que enhebra
en nuestra frente la cotidiana angustia.

-Tercera traducción, Lorenzo Oliván, Pre-Textos:

A mí me gusta el rostro que muestra la agonía
porque sé que no es falso.
Los hombres nunca fingen convulsiones
ni simulan dolor.

Una vez que se velan los ojos —y es la muerte—
no pueden impostar
en su frente el rosario de esas gotas
que va ensartando la sencilla angustia.

De las tres (hay bastantes más, podéis comprobarlo en la selección que he preparado para la tertulia), la más poética, la que suena mejor en castellano actual, la que posee un ritmo más elaborado, la mejor es la de Oliván. Y, sin embargo, yo he elegido la de Ardanaz para realizar el cuadernillo porque me parece más fiel a lo que Dickinson nos legó.

Ardanaz mantiene en su traducción todos los elementos visuales del poema (uso arbitrario de las mayúsculas y guiones), mantiene la sequedad de la sintaxis y de la semántica, no intenta mejorar en ningún momento el poema, deja el prosaísmo y las elipses intencionadas de la poeta; en definitiva, es más fiel a la autora, aunque nos resulte más cortante y extraño. Es una opción que en el caso de la poesía de Emily Dickinson me parece importante.




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