A veces nos enzarzamos en larguísimas discusiones cuyo objeto tiene muy poca importancia. Un ejemplo: la que se ha producido esta semana a raíz de la reforma del Registro Civil. Que si primero el mío y luego el tuyo, o viceversa. Como he oído decir a alguien en la radio, si no son capaces de ponerse de acuerdo en esto tan sencillo, casi mejor que no tengan hijos.
Lo curioso es que si mirásemos hacia atrás, nos encontraríamos con que esto de los apellidos es un invento de la nobleza para asegurar y transmitir el patrimonio. El pueblo llano, la gente humilde, de hecho, carecía de ellos. Tenía un nombre con el que se la llamaba y eso era todo. Después, mucho después, llegaron los códigos civiles, el control administrativo y la obsesión del Estado por atarlo todo. Llegaron los registros y los apellidos.
Y en este largo devenir hacia la actualidad, algunos hoy se saben un montón de apellidos propios. Sin embargo, aquellos que han buceado en su árbol genealógico saben perfectamente que es imposible ir más allá de la Edad Media. Todo lo demás es ficción, literatura.
Llamadme Nadie.
Nadie querido:
ResponderEliminarMe gusta debatir contigo hasta el tema de los apellidos. Y mira si el tema es tonto...
Charo