Hoy, 8 de marzo, se celebra el Día Internacional de la Mujer Trabajadora.
Parece increíble que todavía haya necesidad de estas conmemoraciones. Parece increíble que aún hoy tengamos que hacer llamamientos para que mujeres y hombres seamos capaces de reconocernos como seres humanos libres e iguales en derechos. Parece increíble que tantos siglos de historia no nos hayan enseñado a disfrutar de nuestras diferencias desde la equivalencia de nuestros derechos.
Parece increíble que lo que se reclamaba en el Orlando furioso (¡1532!), tenga que seguir siendo reclamado hoy:
Si un mismo ardor, si un semejante anhelo
al uno y otro sexo incita y mueve
hacia aquel dulce fin que el necio vulgo
considera gran yerro, ¿por qué causa
tiene castigo la mujer que ha amado
a uno o a varios, cuando el hombre yace
con cuantas se le antoja a su apetito
y merece alabanza y no castigo?
Todo esto parece increíble, pero sigue siendo desgraciadamente cierto.
¡Qué cansina, molesta e injusta es, a veces, la historia del ser humano!
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