Cuesta creer la falta de atención que pueden poner algunas personas en las palabras que utilizan. Más aún cuando han sido avisadas.
Cuesta creer que una tertulia no sea otra cosa que diálogo. Diálogo entre unas cuantas personas que deciden hablar sobre el tema que les venga en gana.
Cuesta creer que un grupo que no tenga como centro de interés la filosofía alemana del siglo XX pueda haber leído al oscuro y hermético J. Habermas.
Cuesta creer que una desafortunada –pero perfectamente comprensible- traducción del alemán (ética dialógica por ética basada en el diálogo) tenga tan larga influencia como para llegar a centros escolares.
Ciertamente, cuesta creer tal cúmulo de casualidades y despropósitos, pero es así y, de tal manera que, en el centro donde trabajo, hay una tertulia que se adjetiva dialógica. No literaria, ni política, ni taurina. No, tertulia dialógica.
¿Será que el tema sobre el que se habla es el diálogo?
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