Luis Berrizbeitia nos ha dejado, entre otros muchos, un hermoso poema sobre la verdad. Los tres primeros versos son estos:
Egia non dagoen ez dakit
baina ba dakit hurbilago duela
bila dabilkionak.
Es decir: No sé dónde está la verdad/ pero sí sé que la tienen más cerca/ los que andan en su busca. Y así es también para la poesía. No sabemos qué es o dónde está, pero sabemos distinguirla, la notamos. Todos somos capaces de decir si eso que tenemos ante nosotros es un poema, un cuento, una novela o unos apuntes sin sentido... aunque haya muchos poemas incomprensibles, tanto o más que esos apuntes anotados deprisa y corriendo.
A lo largo de la historia los profesionales de estas cosas han escrito cientos de definiciones, desde Aristóteles hasta la actualidad, pero la poesía parece que huye de todas las definiciones. Ella es bastante huidiza. Posiblemente por este carácter suyo, los críticos de hoy no se atreven a definirla y dan rodeos o, simplemente, enuncian sus características: la utilización de la metáfora, la presencia del ritmo y de la armonía, el carácter polisémico, la implicación de los estados afectivos, el modo indirecto de nombrar, el sentido artístico, la intención creativa, la forma especial de presentación... y, por supuesto, sobre todo entre los trabajos clásicos, el ritmo y la medida.
Es cierto que un poema puede tener alguna de estas características, o muchas de ellas. Sin embargo, la poesía es cambiante, y resulta muy difícil decir cuál o cuáles de las características mencionadas cumple un poema actual cogido al azar. En más de una ocasión, podemos quedarnos perplejos, sin saber a ciencia cierta qué decir sobre el texto que tenemos delante, y, a pesar de todo, somos conscientes de que eso es poesía. Qué decir, si no, de algunos de los textos más hermosos de Artze, Del Altazor de Huidobro (el canto VII, especialmente), de la poesía visual, o de los poemas de Bukowski, por citar algunos ejemplos.
Pero este camino es demasiado oscuro y enrevesado, además de ser un tanto discutible. Es probable que a la poesía le ocurra lo que le ocurre a la Matemática. Ya sabemos, gracias a Gödel, que un sistema no puede demostrar su propia consistencia, que no puede autojustificarse, por lo que está obligado a buscar fuera de sí la propia justificación. Es posible, pues, que la poesía tenga que encontrar su sentido fuera de la poesía, esto es, en los lectores. Y, tal y como dice Berrizbeitia, para disfrutarla —quién sabe si entenderla— hay que aproximarse poco a poco. El camino, de hecho, se hace andando.
Así, pues, no me voy a poner pesado, ni voy a intentar definir qué es esto de la poesía, pero sí voy a terminar con un pequeño poema, en este caso, de Pako Aristi: Slogana (eslogan). Por cierto, ¿es poesía un eslogan?
Maiteminduta bazaude,
poesia irakurtzea da
zoriontsu izateko modu bakarra.
Eta maiteminduta ez bazaude,
zoriontsu izateko modu bakarra
maitemintzea da.
(Si estás enamorado,/ leer poesía/ es el único modo de ser feliz./ Y si no lo estás,/la única forma posible de ser feliz/ es enamorarse.)
Conclusión: la vida es muchísimo más importante que la poesía, y para ser feliz no es en absoluto necesario saber qué cosa sea la poesía; a pesar de todo, la poesía puede sernos de gran ayuda para suavizar los males de amores, la nostalgia, la añoranza de los amigos o cualquier otro mal..., porque somos humanos y hemos inventado la poesía, entre otras cosa, para eso. Yo, mientras tanto, sigo leyendo poesía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Este blog es personal. Si quieres dejar algún comentario, yo te lo agradezco, pero no hago públicos los que no se atienen a las normas de respeto y cortesía que deben regir una sociedad civilizada, lo que incluye el hecho de que los firmes. De esa forma podré contestarte.