jueves, 17 de enero de 2019

2001: UNA ODISEA DEL ESPACIO



Esta tarde comienza en Tabakalera el ciclo Lo desconocido. Ciencia y Cine, que la Filmoteca Vasca ha organizado junto con el Donostia International Physics Center

La película que inaugura el ciclo es, posiblemente, la mejor película para abrirlo, pues a las bondades técnicas, al exquisito tratamiento de los aspectos científicos, al acierto de la banda musical, a la innovación de los efectos especiales y a la introducción de elementos especulativos de gran altura, añade una sintaxis cinematográfica deslumbrante. Todos estos elementos hicieron que el género de la ciencia-ficción alcanzara la mayoría de edad y que la película aparezca clasificada en primer lugar dentro de las diez mejores películas de ciencia-ficción de la clasificación del AFI.  

Tal vez por esas mismas razones, 2001: Una odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968) no es una película ni sencilla ni fácil de ver. En mi caso, cuando la vi por primera vez, tenía más preguntas que respuestas al salir de la sala y una cierta desazón. La forma en que está narrada es muy abstracta y las elipsis no ayudan a la comprensión, pero sí a incrementar la enorme belleza del film. 

Cincuenta años después de su estreno no creo que nadie tenga dificultades para disfrutar de cada uno de los fotogramas. Además, estoy seguro de que la mayor parte del público que acuda a verla ya la habrá visto más de una vez. Si alguien no lo ha hecho, puede leer el artículo de Wikipedia, el de Jot Down o, mejor, el cuento de Arthur C. Clarke, El centila, para encontrar las respuestas al monolito, al dilema de HAL 9000, al envejecimiento del astronauta Bowman, al Niño de las Estrellas o a cualquier otro. Lo que resolverá seguramente todas sus dudas.

Pero la grandeza de la película no se halla en que podamos comprenderla en toda sus extensión. De hecho, Stanley Kubrick declaró en cierta ocasión que  la auténtica naturaleza de la experiencia visual de 2001 es provocar en el espectador una reacción instantánea y visceral, que no necesita ni debería necesitar ampliación alguna (1). Como toda obra de arte que se precie, debe provocar en nosotros una conmoción, una sacudida, un destello que nos lleve a nuevos interrogantes, que sugiera nuevas posibilidades, que nos transporte emocional e intelectualmente a nuevos caminos.

Los temas que 2001 plantea son múltiples: inteligencia artificial, evolución, búsqueda de la verdad, alegoría nietzscheana, secretismo y transparencia informativa, sentido de la investigación científica... Seguramente, con la ayuda de Pedro M. Etxenike y de Ginés Morata, el coloquio de esta tarde permita ahondar en alguno de ellos y descubrir nuevas posibilidades.

***
Después de ver ayer la película restaurada y ligeramente alargada por Christopher Nolan —la misma que tenéis arriba—, vuelvo a decir que el lujo no fue la presentación y el coloquio posterior, sino quiénes estaban allí para llevarlo a cabo: Pedro Miguel Etxenike y Ginés Morata.

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